Los trascendentalistas

2014-01-29

Me gustaría hablaros de un pequeño pueblo llamado Concord, famoso porque en él se libró la primera batalla de la revolución americana y porque fue sede de una comunidad literaria, científica y filosófica a mediados del siglo XIX: los trascendentalistas. Por Koncha Pinós-Pey para Espacio MIMIND.

Walden

A veces cuando cojo un avión y cruzo el océano, me doy cuenta de lo increíblemente afortunados que somos de vivir en este planeta. En mi último viaje a la costa este de los Estados Unidos he podido disfrutar de la observación de las ballenas y de los grandes bosques. Pero de lo que me gustaría hablaros es de un pequeño pueblo llamado Concord, famoso porque fue donde se libró la primera batalla de la revolución americana y porque fue sede de una comunidad literaria, científica y filosófica a mediados del siglo XIX. Con inspiración en medio de la Nueva Inglaterra, victoriana y rígida, forjaron una nueva escuela de filosofía y espiritualidad conocida como el “movimiento trascendentalista”.

La historia que más me gusta es que en Concord vivieron durante ese período Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Louisa May Alcott, Nathaniel Hawthorne y Margaret Fuller. No cabe duda que el pueblo fue testigo de un tiempo, que se conoce como “el grupo de los cinco genios”. Una agrupación de individuos brillantes que inspiraron a los demás y lograron mucho, justo… porque lo hicieron juntos. La Antigua Grecia tuvo también un grupo de pensadores. En Estados Unidos existió durante la época de Washington, Madison, Jefferson y Franklin un periodo excelso que construyo su identidad.

Los hombres y mujeres de Concord fuero las madres y los padres de la literatura norteamericana. Formaron la primera comunidad literaria norteamericana. Definieron ciencias modernas como el ambientalismo, la conservación, la biología del futuro. Y loaron la importancia de la responsabilidad personal en la política. Ellos formaron un nuevo tipo de filosofía, y la relataron en forma de escritos de memorias no-ficcionadas. Un nuevo tipo de novela en donde las mujeres y la vida cotidiana eran protagonistas.

Estos filósofos llevaban una vida digna de película. Estaban apasionadamente enamorados de la tierra. Paseaban a media noche bajo los olmos de Concord. Hablaban hasta horas de la madrugada, se editaban el uno al otro con fiereza y amor.

Louisa May Alcott amaba tanto a Thoreau, mientras que este se había enamorado de la misma mujer que su hermano. Emerson se enamoró perdidamente de Margaret Fuller. Mientras vivía en su casa, con su mujer y sus hijos. Las más importantes obras de la literatura norteamericana del siglo XIX salieron de Concord: Walden, La letra escarlata, Moby Dick o Mujercitas.

Concord es un pequeño gran lugar de los Estados Unidos. Sus ideas filosóficas y obras literarias resuenan como un eco profundo en nuestra cultura global. Influyendo de manera importante en nosotros.

¿Qué era el trascendentalismo?

Se podría decir que los trascendentalitas fueron los hippies de sus días. Creían en el amor libre y la responsabilidad comunal compartida. Abogaban por estar cerca de la naturaleza, se apartaron de la religión y del materialismo clásico. Su objetivo fundamental era la autorrealización del individuo y transcender el ego. Alcanzando así la unión con el todo.

A los que les resulte familiar la década de 1960 y la contracultura norteamericana sabrán que se inspiran en los fundamentos de Concord de 1840. La negativa de aceptar la propiedad privada, la comuna de fruitlands, el vegetarianismo radical, el deseo de Thoreau de seguir a la naturaleza como maestra y las criticas apasionadas de Hawthorne contra la religión patriarcal dominante.

Muchos de los trascendentalitas buscaron y siguen buscando lo que es fundamental para muchos buscadores espirituales de hoy en día. Thoreau es famoso por mirar por debajo de la superficie de la vida cotidiana, buscando una realidad más profunda, más coherente, a la que solo se puede acceder por una especie de intuición, una facultad intrínseca natural. Obtenemos una unión consciente con nuestra psique individual- Atmán, en sánscrito- y con la psique del mundo -Brahman-. Emerson y sus amigos se inspiraron totalmente en el pensamiento oriental, tanto que fueron los pioneros en introducirlo en Norteamérica.

Los del grupo de Concord no eran ateos, pero su mirada se centró en el individuo como centro espiritual del universo. Creían verdaderamente que si nos conocemos a nosotros mismos, tendremos el conocimiento que necesitamos para comprender la naturaleza, la historia y en último grado el propio cosmos. Igual que los neoplatónicos, los trascendentalitas creían que la estructura del universo duplica literalmente la estructura de la persona. Que la naturaleza es un misterio viviente lleno de signos.

Sabían perfectamente lo que es el sufrimiento y los males de la vida humana. Pero en lugar de comprar la tarjeta de la culpa, la vergüenza o el pecado, creían que la clave era el compromiso, la responsabilidad y la verdad. Es decir que si se lograba que el individuo se comprometiese con su autorrealización y no dañar a los otros, mucho sufrimiento, la explotación y el mal desaparecerían

La máquina del tiempo: Thoreau

Imagínate por un momento que viajas a Concord 1840. Probablemente te quedaras impresionado si te encontrases con un filosofo llamado Emerson -un hombre alto, guapo, vegetariano y con modales amables- o con el ingenio brillante de Louisa May Alcott. Pero probablemente el que te parecería excepcionalmente más rar, seria Henry David Thoreau.

A mí me hubiera encantado encontrarme a Thoreau caminando entre los árboles de Concord, después de visitar su pueblo natal y aprender más sobre los trascendentalitas. Me he enamorado de Thoreau. Había leído Walden cuando era joven, pero nunca había prestado mucha atención a la vida de Thoreau, y cuanto más le conozco más fascinante me parece este hombre.

De todos los genios literarios que se dieron cita en la Norteamerica del XIX, Thoreau tiene la reputación más grande. Los escritos de Thoreau son aún hoy frescos y brillantes, como si hubiesen sido escritos ayer mismo. Entonces él era considerado como un hombre excéntrico e inofensivo. Nació en una familia que tenía una fábrica de lápices y creció siendo un hombre pequeño, delgado y ágil. Los del pueblo cuentan que las dos únicas cosas grandes de Thoreau fueron sus ideas y su nariz.

Trabajó como topógrafo, pero era un jardinero hábil. Amaba el aire libre e iba con frecuencia a refugiarse en los bosques, remando en los arroyos que rodeaban la ciudad. Hasta que 1838, Thoreau y su hermano iniciaron una escuela en Concord que contó con la presencia de Louis May Alcott y sus hermanas, para los niños de la ciudad. Sus métodos estaban influenciados por las ideas de Bronson Alcott e iban desde las matemáticas hasta el estudio de la botánica.

Thoreau sabía mucho sobre el paisaje de Concord y era capaz de enseñarlo de manera mágica, tanto que los niños aprendían como si fuera una historia mítica. Durante su vida, Thoreau quedó eclipsado por su amigo y mentor Emerson, quien le apoyó económicamente. Le dio préstamos, le consiguió trabajo y le animó a que escribiese. Su relación tuvo sus momentos de tensión, ya que la ayuda tenía un alto precio paternalista. Pero la mayor donación que Emerson hizo a Thoreau fue el uso de unos terrenos que poseía a las afueras de Concord.

El lugar ya es parte de la historia: Walden Pond. Tenía tan solo 28 años cuando construyó su cabaña en la orilla de la laguna de Walden. Finalmente el hombre que tanto había dependido de la ayuda de los otros, era independiente. Pasó sus días escribiendo en su diario y trabajando en un manuscrito de lo que sería “una semana en Concord y Merrimack Rivers”. Tocaba la flauta y paseaba por el bosque observando intensamente el cambio de las estaciones en los bosques.

Su vida se vio truncada cuando murió su hermano, su carrera docente había fracasado y la perspectiva de ser escritor parecía lejana. Tomó consuelo solo en los bosques pero en la compañía de cada vez más amigos. Su fama era de solitario empedernido pero él disfrutaba de la compañía. “Yo tenía tres sillas en mi casa, una para la soledad, dos para la amistad y tres para la sociedad”, escribió en Walden.

Después de años, decidió que su experimento había llegado a su fin y se fue a vivir de nuevo a Concord. “Dejé el bosque por la misma razón por la que me fui”, “me pareció que tenía varias vidas por vivir, y no podía escatimar tiempo para eso”. De esa experiencia surgió Walden, basado en los diarios de Thoreau en Walden Pond. Tardó siete años en escribir y revisar sus apuntes. Allí no solo escribió sus memorias, sino que conoció y se enamoro de la naturaleza. La voz de Thoreau era la de un profeta que nos habla de una forma de vida nueva.

Simplicidad y armonía con el mundo natural

Nos legó una rica prosa con los pies en la tierra, unas descripciones líricas llenas de alegría y agradecimiento por el paisaje que le rodea. Sus páginas ilustran la vida alegre de una existencia simple, cuidadosa y deliberadamente responsable. Lo que hace a Thoreau un gran escritor es precisamente su visión afrontando la pérdida del hermano. La perspectiva de vivir en cualquier lugar, una cabaña prestada en un bosque ajeno. Hay una falta de miedo, un coraje y una honestidad que conecta con la grandeza del corazón humano. Sus pequeños miedos y antojos son horribles, pero el escritor busca y se busca. Hasta encontrar la calma.

Thoreau contrajo la tuberculosis, y sus pulmones se fueron debilitando por la fina viruta de la fábrica de lápices de sus padres. Cuando alguien le preguntó si había hecho ya las paces con Dios, respondió: “No sabía que él y yo estuviésemos peleados”.

El pueblo de Concord, que durante años había dado la espalda a sus excentricidades, descubrió que lo amaba. A su muerte, los niños asistieron su funeral y se repicó 44 veces, una por cada año de su vida. Su ataúd fue cubierto con flores silvestres del bosque de Walden.

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