Pranam, del yo a la humildad

2018-01-22

Vivimos en un mundo en el que llegamos a pensar que todo funciona como en las cadenas de comida rápida. La sociedad debe aprender a desacelerar, y el Yoga es una disciplina que lo consigue, pues tenemos que saber que los cambios rápidos son incompatibles con la permanencia. Escribe Mayte Aguado (Maheshwari).

Lo primero que uno debería de saber es que el sistema Yoga comienza con la voluntad y el respeto. Su filosofía es la práctica de la percepción para concentrarse en el instinto natural, en la luz directa como el sol. La práctica de la percepción y la meditación se hace para lograr el equilibrio de los cuerpos y alcanzar lo divino. Entender qué es Pranam y la técnica Panchasam Yoga es un buen comienzo.

Pranam es inclinarse ante una deidad en señal de respeto entendiendo que formas parte del todo, y Panchasam Yoga entiende esa unidad compuesta por cinco aspectos: cuerpo, vitalidad, afectividad, inteligencia y voluntad. Cuando unimos todo esto creamos una disciplina en nuestra vida.

Llevar esa disciplina de vida no es fácil. Uno debe de decidir si quiere tener una vida espiritual, que aunque no se trate de religión en absoluto sí podría significar que se tiene una relación personal con Dios, o con lo Divino, el Universo, Aláh, Jesús, la Diosa, Shiva, Shakti… la palabra que te guste usar. Para mí es eso, una palabra que quiere describir algo que es omnisciente y que me aferra a este mundo generado por mi consciencia.

Cuando estuve la última vez en India, hace casi un año, conecté con algo muy importante: con la naturaleza de mi ser. Fluí sin preguntar y entendí que era una experiencia espiritual. Me sentí más en sintonía con la vida y conmigo misma. Por fin supe, después de tantos años, cómo conducir mi vida. Mucho me habló mi maestro de la sencillez de todo, pero hasta que no la experimenté, no supe que era eso: sencillez, voluntad y amor.

Una práctica espiritual es simplemente una práctica que equilibra tu yo-ego, que es pequeño, limitado y separado de todo lo demás, con tu Ser Superior, que es infinito, ilimitado y conectado a Todo lo que Es, sin intentar entenderlo. No puedes pedir a la mente que te explique con palabras algo para lo que ella está limitada: es agotador buscar esas palabras porque ellas nacen del conocimiento, y esa experiencia va más allá de la propia capacidad de razonar.

Yoga en Occidente

Dicen que no hace falta ir a India para hacer nuestra sadhana de una forma seria, pero para mí sí es necesario. Fuera de la India me encuentro sacudida diariamente por todo lo de fuera, todo no hace más que generarme vritti. En la India me envuelve una vibración especial, mientras que en Occidente estoy constantemente impactada por la sociedad. Sé que Dios está en todas partes, pero para verle primero debemos encontrarlo en uno mismo.

Es difícil vivir en un país donde inclinarse para mostrar respeto es sinónimo de ser ignorante o bicho raro. Hacer la práctica de Yoga completa es muy difícil en Occidente; si lo haces parece que perteneces a una secta o a un gueto extraño. Una de las grandes diferencias es que en Occidente es mejor que el Yoga vaya asociado al nombre de algún maestro. Este dato es curioso; en la sociedad en la que vivo, el Yoga, que tiene como meta la no identificación, debe identificarse para poder ser aceptado.

Aquí, en España, cuando los alumnos vienen a mis clases o en mis karma yogas, la primera pregunta es: ¿“Qué Yoga haces?”. O me piden que les diga qué tipo de Yoga hacemos porque la gente no hace más que preguntarles por el nombre. Y yo les respondo: “Es sólo Yoga”.

Luego cuando hablas de tu trayectoria, no puedes decir que tuviste un maestro, porque la siguiente pregunta es inevitable: “¿Quién?”. Y si les dices que no hacías asanas, su cara es un torrente de expresiones extrañas, hasta que al final digo que en 2013 me uní a la Escuela Sivananda. Entonces ya admiten al Yoga como yoga. En India jamás me han preguntado qué Yoga hago. Curioso, ¿verdad?

¿Por qué es tan difícil entender que el Yoga es un sistema milenario, más que comprobado, y que hacer Yoga está ligado a una disciplina de vida donde la voluntad, el afecto, la bienaventuranza, el gozo, dependen sólo del individuo?

Durante miles de años la gran tradición de India ha transmitido su sabiduría en el sendero de liberación hacia el alma original a través de Vedas y filosofía. El Yoga se ha enriquecido con las tradiciones creadas por miles de buscadores, una forma desarrollada de “científicos espirituales” para quienes todo tiene cabida porque Yoga es el camino de la comprensión.

Pero la parte menos bonita es que tanta confusión está generando desórdenes físicos y mentales dolorosos, porque hoy no hace falta hacer nada para ser profesor de Yoga: te bajas unos cuantos vídeos, los llevas a la clase y punto. Mis queridos amigos, esto es justo lo que está generando un estado de angustia, porque en vez de transmitir y servir, generamos falsas expectativas. Aseguramos que el Yoga es ejercicio físico, o que solo con la atención plena (siempre observando al objeto, siempre alerta) o simplemente sentados podemos esperar que la divinidad se fije en nosotros y nos ilumine. Demasiadas metas hay en la vida como para que Yoga sea una más. Yoga es camino y no meta: el premio de mantener una disciplina de vida es la pureza del ser.

Del Yo al Ser

Por todo lo dicho, hay que diferenciar al individuo de la verdad, es decir, los estados de clarificación y purificación, del amor y la voluntad. Los primeros forman parte del principio cuando seguimos identificándolos con los deseos, y por lo tanto generan sufrimiento. Lo que quiero decir es que esa parte primera de clarificación y purificación es como el amanecer (sabemos que va a salir el sol), y ese estado está lleno de expectativas, estamos aún “en Yo”. Y el otro estado de amor y voluntad es en el que sabemos que no debemos esperar nada porque todo vendrá.

Yoga es uno, único. Cualquier variación de este sistema milenario es el resultado de la adaptación que cada individuo hace de su propia experiencia. Y como estamos tan necesitados de fe, vemos el Yoga como un arreglillo espiritual, usándolo como una medicina. Pero al final se utiliza como placebo porque hemos perdido la fe en nosotros mismos y buscamos las herramientas que les sirven a los demás para poder obtener los mismos beneficios. No lo critico, pero ¿por qué no lo hacemos desde donde lo hicieron los grandes maestros, desde la raíz?

Yoga a secas, porque la verdad de uno no es la verdad Universal. La primera es Maya, ilusión. Es necesario dejar de identificarse con el yo Soy, para poder dejar el Ser, vivo y consciente. Es ese instante en el que dejamos de andar en círculos para preguntarnos sobre uno mismo, dejamos de afirmar o negar para llegar al Yo. Entonces empieza a fluir; es decir, uno ya deja de saber lo que quiere decir cuando dice “Yo”.

Hacer Yoga, como decía al principio, es una disciplina, y su objetivo es dejar de preguntarnos el por qué y el cómo. Ese instante en el que dejas de hacer es cuando realmente comienzas, abandonando el deseo, llevando la mente al silencio. Ese instante en el que descubres que la mente nunca existió y que era sólo una ilusión.

Permíteme que insista en el hecho de que construir nuestro propio sistema de la realidad no es malo, pero, eso sí, cualquiera que sea el camino que elijas, la puerta para entrar ha de ser para todos la misma. EL sentido del yo Soy ha de alcanzarse llegando a lo más profundo, es decir, más allá de él: es ir a la fuente, al Estado Supremo. Hablo del conocimiento puro, Turiya.

Recuerda que el principio y el fin son sólo un concepto fabricado por ti a través de la mente. Sepárate de ello para llegar a la fuente, donde nada varía porque está más allá de la oscuridad y la luz, más allá de lo consciente y de lo inconsciente; es el conocimiento divino que nos legaron los Vedas en el origen de la creación para todo el bienestar y desarrollo del ser humano.

Sal de la oscuridad, preocúpate de purificarte y purificar a todo ser y estarás aprendiendo a amar. Y eso hará que te sientas agradecido por cada instante que respiras sin importarte cuando dejes de respirar. Eso es yoga, gratitud, bondad, humildad, vista en todo lo que miras.

Con amor, Maheshwari.

Maheshwari (Mayte Aguado). Profesora de Yoga certificada por la Escuela Sivananda en Rudraprayag (India). Discípula de Fernando Díez. Colaboradora de la Fundación Vicente Ferrer y profesora de yoga en Guadalajara.