Entrevista con Emilio J. Gómez: «El Yoga auténtico busca despertar la consciencia»

2015-02-05

Emilio J. Gómez es fundador y profesor de yoga de la Asociación de Yoga Silencio Interior y autor del libro Silencio Interior. Ensayo sobre meditación. En esta interesante entrevista dice sobre el yoga: «Todo es válido, siempre y cuando sirva a un mismo fin: despertar la consciencia, vector que debe traspasar y unificar a todas las escuelas, estilos, maestros y profesores, y a cualquier tipo de práctica que se realice con el nombre de Yoga».

Emilio J. Gomez

Lleva muchos años impartiendo clases de yoga, ahora en la sede de la Asociación Silencio Interior, en El Escorial (Madrid), así como talleres, seminarios y retiros de silencio en diferentes puntos de España. Es colaborador habitual de Yoga en Red, en nuestra sección Silencio Interior.

Emilio J. Gómez comenzó la búsqueda espiritual a los 13 años. Se sentaba a meditar de forma intuitiva en Vajrasana, la postura del diamante, sentado sobre los talones. Más tarde aparecieron los caminos: vispassana, zen, yoga, advaita vedanta, sufismo… «Sin embargo, el que más me atrajo desde siempre ha sido la meditación sentada y en silencio. Comencé a practicar yoga con Ramiro A. Calle en el año 1989 con la singular idea de aprender a hacer la postura de meditación. De este insigne maestro no solo aprendí la postura de meditación, sino que también incorporé en mi vida la práctica diaria del Hatha Yoga, motivo por el que le estoy muy agradecido».

Su periplo espiritual continuó con la tradición de Satyananda a través de Swami Digambar, Danilo Hernández, el reconocido y querido profesor por tantos yoguis y yoguinis. «De su mano tuve el privilegio de conocer y aprender gran cantidad de técnicas y, cómo no, a través de su ejemplo vivo, pude aprehender la esencia más pura del yoga en todos sus aspectos, tanto teóricos como prácticos. Todas las palabras de agradecimiento que existen en el diccionario no serían suficientes para expresar lo que por este maravilloso ser puedo sentir».

¿Y cuál fue el hito que más te marcó en relación con el yoga?
El encuentro con la enseñanza de Sri Ramana Maharshi y su presencia, cuya irradiación, a pesar de no estar físicamente entre nosotros, se percibe en el ashram de Tiruvanamalai, en el sur de la India. Fue tal la atracción que sentí que sin dudarlo me marché para allá para estar con él. Las vivencias que allí experimenté fueron más que interesantes y colmaron mis anhelos espirituales a tal punto que a fecha de hoy no he sentido ninguna necesidad de volver a la India, el Maharshi continúa conmigo. En realidad, está con todos aquellos que buscan lo Real. Basta con saber escuchar para encontrar su afable mano guiando a los buscadores sinceros de la verdad.

¿En qué apoyos basas tus enseñanzas, cuál es la fuente principal que las nutre?
Sin duda, fue el Yoga el que logró aclarar todo lo que sentía y no podía expresar con palabras. Gracias a la explicación que ofrece la tradición del yoga sobre las diferentes envolturas que componen al ser humano pudo mi mente comprender el ingente trabajo de “traspasar capas”, cuando no corazas, del que tanto había oído hablar. Esto es lo que realiza la técnica de meditación Antar Mouna, el silencio interior, de Swami Satyananda, que me transmitiera Swami Digambar. Más tarde, una vez plenamente integrada la técnica en mi práctica personal, sentí el impulso de compartirla con los demás. Así, con la oportuna autorización a Danilo Hernández, comencé a compartir con los demás la enseñanza de la meditación Antar Mouna, el silencio interior, cuyo proceso ha culminado en dar nombre a nuestra forma de compartir el yoga, y por extensión a nuestra Asociación.

Sin embargo, una técnica de meditación no era suficiente. Se hacía preciso acondicionar cuerpo y mente antes de sentarse en quietud para traspasar las diferentes estructuras física, energética, emocional, intelectual y psíquica antes de llegar a vislumbrar la proximidad del sí-mismo. Por este motivo, me di cuenta de que para evitar el riesgo de realizar una práctica puramente mental se hacía necesaria una conexión previa con la consciencia corporal, Y, el Hatha yoga era lo más adecuado, ya que el yoga físico es el encargado de realizar la importante labor de equilibrar las energías vitales y mentales existentes en el ser humano.

Una vez obtenido tal equilibrio energético, cuerpo y mente se encuentran en condiciones óptimas para la conexión consciente con el espíritu que a todos nos une. Tal unión consciente se produce a través del Radja Yoga y la Postura del Despertar, es decir, de la práctica de la meditación sentada, en quietud y silencio.

¿Te has apoyado en algún texto clásico para seguir este método?
Los pilares principales en los que se asienta nuestra propuesta de trabajo interior es una práctica equilibrada de Hatha y Radja yoga. No hemos descubierto nada nuevo, todo lo que hemos hecho ha sido atender a lo que está escrito en el verso 76 del segundo capítulo del Hatha Yoga Pradipika, texto clásico del yoga que data del siglo XV escrito por Swami Swatmarama, en el que se expone: “El Hatha no puede ser completado sin Radja, ni el Radja sin Hatha. Así se deben practicar ambos hasta obtener el estado de perfección”.

Así pues, al finalizar la relajación tras una sesión de asanas, la mente se encuentra aquietada, receptiva y dispuesta a traspasar las diferentes capas del ego y la personalidad, es decir las diferentes envolturas que componen al ser humano, para contactar con la esencia del ser a través de la serenidad que proporciona la meditación.

¿De dónde nació ese deseo de crear tu propia escuela de yoga?
En realidad, todo ha sucedido, no he hecho nada excepto dar luz verde a la necesidad de tratar de compartir con los demás aquello que me ha sido de una enorme ayuda y que considero de un inestimable valor: tener la conexión con la consciencia de sí y la posibilidad de comprensión que concede el poder contemplar y relacionarme con el mundo desde un prisma diferente.

Considero que el Yoga es la ciencia por excelencia que se ocupa del ser y del despertar de la consciencia. ¿Podría haber sido cualquier otra cosa la que hubiese despertado mi consciencia concediéndome una comprensión más clara, lúcida y amorosa? Sí, pero lo hizo el yoga, y le estoy agradecido. Por este motivo, he decidido dedicar mi vida a compartirlo con todo aquel que busque lo mismo que un día también buscaba yo por los rincones y recovecos de esta realidad impermanente: encontrar un sentido al sinsentido.

El Yoga no puede dar sentido a lo que no lo tiene, pero sí ofrece la posibilidad de comprender que nada hay que comprender a través del intelecto y sí a través del corazón. Comprender que todo lo que le sucede al ser humano puede ser una experiencia para ser aprovechada como una oportunidad para despertar la consciencia de ser y así alcanzar un ángulo de visión y pensamiento diferente, desde el cual poder relacionarse desde el interior con el universo circundante. Esto es una realidad a ser experimentada, no una quimera, pues la práctica del yoga consigue el anhelado equilibrio entre el mundo interior y el exterior.

En tu opinión, ¿cuál es la esencia del yoga, aquello que debe ser inmutable, sea cual sea la escuela, maestro o estilo que se practique?
La esencia del Yoga es en realidad un propósito: despertar de la consciencia. Y cualquier práctica que no se realice con tal fin no puede denominarse yoga.  El anhelo por despertar la consciencia debiera de ser el sustrato subyacente en toda enseñanza yóguica. Para ello, se pueden utilizar los asanas del Hatha, las técnicas del Radja, la recitación de mantras, tan características del Bhakti yoga, el yoga devocional, el discernimiento del Jnana yoga, la acción consciente en la vida cotidiana del Karma yoga, etc. Todo es válido, siempre y cuando sirva a un mismo fin: despertar la consciencia, vector que debe traspasar y unificar a todas las escuelas, estilos, maestros y profesores, y a cualquier tipo de práctica que se realice con el nombre de Yoga.

Una saludable práctica física o un emotivo recitar de mantras es un simple juego intelectual, tal vez una acción cargada de energía y motivación, pero nada más. Sin embargo, un sencillo fregar platos, el ejemplo que tantas veces pusiera el maestro zen Thich Nhat Hanh, podría ser una actividad que realizada del modo adecuado podría despertar la consciencia de sí. Y si hay intención de despertar la consciencia, es Yoga.

No obstante, es cierto que un enorme porcentaje de personas ha entrado en el mundo del yoga a través de la necesidad de aliviar dolores, enfermedades, ansiedad, angustia, depresión, etc. En este caso, el punto clave consiste en ver qué sucede una vez aliviado el síntoma que provocó el efecto, ya que, es en ese momento cuando podría comenzar el Yoga auténtico, ese que busca el despertar de la consciencia.

A partir de entonces unos siguen y otros abandonan…. 
Lo normal. Un porcentaje de personas abandona el yoga, mientras que otro, al haber conectado con “algo más”, continúa su práctica, ahora sí desde otra perspectiva por completo diferente. Y así debe de ser, cada cual ha de recorrer su propio camino.

De todos modos, el fin último del yoga no es tan sólo conseguir el despertar de la consciencia; ese sería un paso previo y necesario para que suceda Ishvara Pranidana, la sintonía y posterior rendición a lo superior. Este sí que lo podemos considerar el propósito final del Yoga. Esta rendición a lo superior es siempre noble porque sobreviene como fruto de una experiencia directa del espíritu que todo lo abarca y anima, obtenida, eso sí, gracias y a través del despertar de la consciencia.

En ese momento, la comprensión aparece, el ego claudica y algo que nos sobrepasa como personas comienza a obrar a través de nosotros. En la tradición judeo-cristiana existe una frase que sintetiza muy bien a Ishvara Pranidana: “Que se haga tu voluntad”. Esa conexión última y sintonía con lo superior es el sentido que tiene el despertar de la consciencia. Llegar a experimentar que entre Eso, el espíritu que todo lo abarca, o el nombre que se le prefiera dar, y el individuo no existe ninguna separación, jamás la hubo ni la habrá. La separación se ha producido en la mente, que ha imaginado ser una entidad individual y por ello, separada.

¿Cuáles son las cualidades de un buen profesor?
Sólo una: haber vivido aquello que enseña. Enseñar es transmitir; si enseña yoga, ha de haber experimentado en propias carnes los cambios y transformaciones que le ha proporcionado el yoga. La enseñanza del yoga consiste en la transmisión de algo que se ha experimentado. Si no ha habido transformación es que no ha habido comprensión, y sin comprensión no hay Yoga. ¿Qué es lo que se va a transmitir entonces? ¿Aquello que han dicho otros? Refritos de otras palabras. No se ha conectado con la fuente. Ese yoga está muerto. Tan sólo interesa un yoga vivo.

Si un profesor ha tenido tal experiencia, su propia presencia será ya una enseñanza en sí misma, aunque ni tan siquiera llegue a despegar los labios para hablar. Los títulos no son garantía de tal experiencia. Ahora bien, una vez tenida la experiencia, los demás adjetivos sobrevienen de manera natural: empatía, amor, comprensión, saber escuchar, sentido común, paciencia, etc.

Por supuesto, la experiencia no basta. El profesor de yoga deberá contar con un conocimiento teórico-práctico actualizado por el fruto de su práctica diaria y de su anhelo por continuar aprendiendo y practicando. Para el profesor de yoga competente, esta actitud ha de convertirse en una labor a realizar durante toda la vida.

¿Y cómo ha de ser la actitud del alumno?
Es su labor buscar el profesor adecuado que se adapte a sus inquietudes y necesidades personales, pues ni todos los tipos de yoga que existen ni todos los profesores que hay son válidos para todo el mundo. Este proceso de búsqueda puede llevar un tiempo, el cual nunca será desperdiciado. Ahora bien, cuando el alumno haya encontrado y conectado con el profesor que se adapte a sus requerimientos y necesidades, deberá de emplearse a fondo en la práctica solicitada, evitando pasar de puntillas por el yoga. El yoga no es una actividad para pasarlo bien o sentirse mejor… Pero esto es algo que el profesor cualificado se lo hará llegar del modo que considere más conveniente.

¿Qué opinas de la actual “oferta” de estilos y mezclas de yogas que existe hoy día?
Yoga sólo hay uno: el encargado de unir la consciencia individual con la conciencia universal. Ahora bien, los diferentes estilos, métodos y escuelas para conseguir tal fin son las que cambian. Y es que todo cambia constantemente; siempre ha habido, hay y habrá cambios.

El espíritu que todo lo abarca continuará manifestándose desde lo invisible a lo visible a través de la creación de diferentes formas, pero en el fondo es la misma esencia, aunque con diferente aspecto exterior. Por este motivo, lo único que en realidad percibo en la oferta de diferentes estilos y mezclas de yoga es la manifestación de lo superior a través de los seres humanos. No veo en ello ningún problema al respecto, pues al final lo que prevalecerá será el Yoga auténtico, ese que todo ser humano lleva en su interior esperando a ser despertado.

Quizás, nuestra única labor en tanto que yoguis y yoguinis sea la de apartar nuestros egos para que tal manifestación pueda darse a través de nosotros, los hombres y mujeres del momento presente. Permitir que todo suceda desde la comprensión profunda que el Yoga proporciona. Es decir, desde la total ausencia de competencia desleal, esa que los fines lucrativos provoca, procurando en su lugar tratar de establecer alianzas entre las diferentes escuelas y estilos. Las alianzas, y no la competencia, serán nuestro mejor aliado en la batalla por el despertar de la consciencia, tanto a nivel individual como social.

Por mi parte, procuro dedicarme a mi práctica y trato de continuar aprendiendo todo lo que puedo. Me siento entregado en cuerpo y alma a la difusión del Yoga y la meditación a través de nuestra Asociación, que a la vez es de todos, y a impartir los talleres, seminarios y retiros de silencio. En realidad, no tengo tiempo de mirar todo lo nuevo y bueno que hacen los demás. Además, en el silencio de la meditación todo se integra y las opiniones desaparecen. Ahí todo está bien, todo es adecuado.

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