Salud compasiva, salud contemplativa

2013-10-04

La salud es una cuestión de compromiso con nosotros mismos, una responsabilidad que nos obliga a dedicar atención plena a nuestro cuerpo y a nuestra mente, por eso debemos estar atentos a todo lo que nos sucede en todos los niveles. Por Josep Maria Gasset.

Abrazo

Contemplar viene del latín contemplari, que significa mirar un determinado espacio con una mirada atenta. Así, una salud contemplativa debería proporcionarnos una mirada atenta a los diferentes espacios de nuestra salud.

Nuestra mente sin duda es el lugar donde se gesta nuestra buena salud, y una mirada a la misma va a suponer conocer mejor cuáles son nuestras parcelas a las cuales debemos poner atención, pues todos tenemos vivencias y traumas que nos has dejado huellas y nos pueden producir angustia, ansiedad o depresión.

Hahneman dice que los terrenos de la enfermedad se producen cuando tenemos una mirada errónea desde nuestra mente. Así, si esto se establece como una forma de comportamiento voy a generar un terreno propicio a la enfermedad.

Contemplar mi mente significa estar atento, pero también identificar sus procesos  y dónde se producen. Actualmente la neurociencia nos permite identificarlos y observar desde qué parte de mi cerebro estoy actuando.

Todas mis pulsiones vitales estarán asociadas al cerebro reptiliano, que es el que tengo en común con los reptiles y es el más primitivo. Sin él no podría sobrevivir, pues gracias a él puedo determinar mis necesidades y poner los mecanismos de defensa o supervivencia.

Mis afectos pasan por el cerebro asociado al los mamíferos y a través de él busco el afecto y el calor. Mis emociones están vinculadas a estas áreas y a través de ellas puedo expresar mis estados emocionales.

En el neocórtex prefrontal izquierdo se establecen las áreas más evolucionadas de mi cerebro en relación a cómo yo me relaciono con los demás y cómo yo percibo la realidad vinculada a la empatía y la compasión. El cerebro compasivo está asociado a la empatía y a la capacidad que yo tengo de percibir al otro y de poder también, de una forma neuroplástica, saber más de él.

La salud contemplativa pasa por contemplar las áreas de mi cerebro que están más activas en los momentos de mi vida y saberlas identificar.
A través de los escáneres se ha podido comprobar que el córtex prefrontal izquierdo está fuertemente iluminado en los meditadores; esto hace que podamos prever que tienen más capacidad de atención y de contemplación de ellos mismos.

Fijarme en las emociones, en los cambios que hay en mi cuerpo cuando estoy tenso o estresado. Escanearlo y prestarle atención… y respirar para poder dejar que se relaje o que simplemente se vea observado de una manera suave y sin juicio por mi parte para que pueda expresar lo que deba, sin forzar. Conectar con la respiración atenta y percibir el aire que entra y sale por la nariz y sentir que el cuerpo se siente escuchado.

Espacio de salud

La salud contemplativa pasa también por estar atento al día y a la noche, estar atento a las estaciones y saber lo que más me conviene para poder estar mejor. Consumir alimentos asociados a cada estación, percibir las emociones que están más presentes en cada momento del año, tener una visión en definitiva más global y holística de uno mismo.

La comida ha de ser atenta, saboreando el alimento y fijándome cómo, bocado tras bocado, el sabor, la textura, todo cambia en el instante presente, que a través de la respiración voy marcando. Comer consciente nos hace ver la infinidad de sabores que vamos descubriendo y todo lo que está relacionado con cada alimento, su origen, su composición, su olor, su sabor, sus componentes.

En cada estación procuro tonificar los órganos que están más activos en relación a los cinco elementos. Ahora en otoño el pulmón y el intestino grueso, el elemento metal, el aire, la respiración, el momento para ponerle más atención y poder cada día estar más atento y enviarle una meditación mientras respiramos.

La salud contemplativa también pasa por contemplar a los demás, por estar atento y observar cómo los hechos suceden porque los demás existen, y de una forma compasiva meditar en el otro, sin juzgarle, solo respetándole y dándole espacio para que pueda manifestar todo lo que es.

En el momento que estamos contemplando, observamos cum templum, que decían los augures (observar a vista de pájaro un lugar para consagrarlo como sagrado, donde podían celebrar sus adivinaciones y prácticas). Observar, pues, mi mente como un lugar sagrado donde yo podré desarrollar mis prácticas compasivas, mis momentos de meditación que me permitirán tener una visión más profunda de mí mismo y de mi salud.

Para poder observarlo así deberé aquietar mi mente y permitir que se manifieste aquello que debe ser observado; si no le doy espacio, nada podrá manifestarse. Así, el espacio de salud para mi mente será su observación en la meditación. El espacio de salud no solamente es un lugar donde yo voy a curarme, es el espacio que le doy a mi mente y a mi cuerpo para que se sanen, para que se curen.

De la contemplación vendrá la compasión hacia mí mismo, porque seré capaz de identificar mis necesidades y ver las oportunidades que tengo para obtenerlas y ponerlas en práctica. La primera gran compasión pasa por ver mi necesidades en cuanto a mi salud física, mental y emocional y permitirme expresarlas y hacerlas visibles. Darme un espacio suficiente, unas prácticas adecuadas y respirar para poder tener la valentía de permitírmelas.

El cerebro compasivo es aquel que es capaz de cuidar de sí mismo y de cuidar a los demás ecuánimemente, respetar y respetarse, sin olvidar que la vida es ese maravilloso instante presente que se descubre como el lugar sagrado donde poder manifestarse.

La salud compasiva como salud contemplativa será la salud que deberemos practicar en el futuro y que debemos practicar en el momento presente de esta humanidad, que no tiene retorno en su evolución auténtica.

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