Entrevista con Eva Espeita (Swamini Radhananda Saraswati): «La música puede armonizar la vida humana»

2016-12-15

La labor a la que Swamini Radhananda está ahora entregada en cuerpo y alma -y nunca mejor dicho hablando de compromiso con el Yoga- es acercarnos al poder transformador y armonizador de la música y del sonido. Pero no solo como intérprete, sino también, desde su escuela de yoga, promoviendo el trabajo de consagrados representantes de «música meditativa» como el Dhrupad. Es una entrevista YogaenRed.

Eva Espeita Izquierdo (Swamini Radhananda Saraswati) es fundadora, co-organizadora y profesora de Yoga Integral en Aushadhi Escuela de Yoga. Sus áreas de enseñanza abarcan: Hatha Yoga moderno y antiguo, Yoga de la Energía (Kundalini Yoga – Chakras, Kriya Yoga, Prana Vidya), Yoga del Sonido y Devocional (canto Dhrupad, Nada Yoga, Bhakti Yoga, Mantra, Kirtan), Yoga Mental (Raja Yoga, Patañjali, Antar Mouna, Yoga Nidra) y Yoga del Conocimiento (Jñana Yoga, tradición literaria del Yoga, el Tantra y las filosofías del Shivaísmo y el Vedanta).

Se forma inicialmente y durante años desde el linaje tántrico con discípulos directos de Swami Satyananda Saraswati como Danilo Hernández (Sw. Digambarananda), Sw. Nishchalananda (que la inicia como sannyasin–swamini en 2011) y Sw. Gyandharma en España, Gran Bretaña y China, con quienes ha convivido, acompañado y traducido en diferentes seminarios y retiros. Explora también otras visiones y escuelas relevantes en el trabajo corporal (como Pattabhi Jois con Borja Romero Valdespino, Gustavo Ponce, John Friend, Feldenkrais con Marye Wyvill, respiración y movimiento prenatal con Montse Cob, Kung–Fu / Wushu en la escuela Wudao).

Con motivo de un próximo concierto de Música meditativa, el 18 de diciembre en Majadahonda (Madrid), hablamos con Eva de esta faceta de su entrega al yoga:

¿Cómo irrumpe la música meditativa en tu vida, siendo una swamini con muchos años de experiencia en la enseñanza de prácticas yóguicas tradicionales?

La música estuvo conmigo desde muchísimo antes de convertirme en swamini, o de estudiar , practicar o trasnmitir el yoga oficialmente. De hecho, de los primeros recuerdos que conservo  de mi vida es elegir escuchar, en mi tiempo de juego, música clásica o música sacra europea: ahí estaban mis primeras experiencias meditativas.

Desde entonces no ha cesado de acompañarme como principal pilar en mi vida, ya como oyente, como estudiosa de la misma o en lo performativo. Ha sido un largo camino de investigación en un campo completamente abierto de búsqueda de aquella música que podía despertar lo más sagrado y sublime,  abarcando la máxima diversidad: occidental y oriental; clásico y folclore; antiguo y moderno; orgánico, eléctrico o electrónico; vocal e instrumental; para minorías y para el gran público, etc.. La lista de opuestos sería eterna, pero puedo decir que, en cada uno de ellos, ha debido haber necesariamente una autenticidad y una profundidad manifiestas bajo un cuidado criterio de discriminación. Esta actitud me acompaña en todo lo que decido emprender o vivenciar, y así elijo, la mayor parte de las veces, caminos apenas explorados, conocidos o aceptados por la opinión general.

En relación al lugar de la música en mi enseñanza del yoga, en realidad ella siempre ha estado acompañando  mis sesiones, tanto si yo misma la he ofrecido como si he utilizado la de otros artistas. Ella ha sido siempre el hilo conductor de la experiencia yóguica que llevo ofreciendo tantos años de todas las formas posibles, ella y su silencio, tanto si eran prácticas orientadas al sonido como si eran otro tipo de prácticas meditativas.

¿De dónde nace la música en ti?

Esta es una pregunta compleja y fácil a la vez: fácil, porque alude al lugar más íntimo del ser humano, más puro y más crudo, por así decirlo y, al ser un lugar común a todos, se percibe como algo natural y accesible; difícil, porque es un lugar remoto en comparación con la red que forma la mente, de ahí que resulte complejo expresar su ubicación y características, ya que,  en esencia,  no tiene ninguna. En cualquier caso, “ese” es el lugar de donde nace la música en mí. Me vienen a la mente los esfuerzos de Nietzsche en crear alabanzas filosóficas a la música como el medio más eficaz para que el ser humano recuperara su conexión consigo mismo… pero dejemos que ella nos lleve allí directamente en lugar de especular.

Cuéntanos tus comienzos en música y cómo pasaste digamos del Kirtan más elemental al Nada Yoga.

Mis comienzos en la música, entendiendo que la pregunta se orienta a los performativo o docente, se remontan a mis primeras experiencias con el rock de minorías de marcado carácter artístico y cultural. Desde ahí intenté componer música desde una clara influencia del rock de los setenta con letras que expresaban mi viaje místico personal desde lo arquetípico.

Años después, y ya en la docencia del yoga, accedí a un mayor conocimiento de música india, donde la parte del folklore devocional, los bhajans y los kirtans, me cautivaron durante mucho tiempo, música que también me transmitieron mis maestros swamis y que escuchaba y compartía con mis estudiantes. Así mismo, al ser mi linaje tantrika, ha estado siempre profundamente enraizado con la tradición más elemental del Naada Yoga o escucha del sonido sutil interno. Ambos aspectos, música devocional india (bhakti yoga) y la escucha del sonido sutil (naada yoga) con sus correspondientes prácticas, han estado desde el principio en mi estudio y enseñanza. Soy, pues, una gran afortunada por  llegar al Tantra desde el principio.

¿Cómo evolucionaste hacia una especialidad, música meditativa y Dhrupad, tan poco conocida?

Aquí volveríamos a la respuesta que dí al inicio: el cuidado criterio de discriminación. Por supuesto, cada uno tiene el suyo y respetable, e incluso éste va cambiando constantemente a lo largo de la vida. Pero en cualquier caso mi evolución hacia el Dhrupad tiene que ver con haber insistido en la búsqueda permanente de aquella música o práctica con sonido que llevara lo más lejos posible en el proceso de acercamiento al núcleo del ser, por decirlo de alguna forma legible.

La primera vez que escuché Dhrupad de la mano de una grabación de la italiana Amelia Cuni, supe que esa música era realmente especial. Pero necesité un tiempo para desarrollar mi oído y mi comprensión hasta que solicité aprender esta música de su mano, y ella misma me condujo finalmente hasta mis maestros actuales, los hermanos Gundecha en India. Cuando tuve la oportunidad de escucharlos por primera vez frente a mí, la experiencia musical pero, sobre todo, vibracional, fue tan poderosa que no me cupo ninguna duda de que ese arte debía conocerse y darse al mundo,  no ya como una variante hermosa y curiosa de la música india, sino como un medio de potencia desconocida para armonizar al ser humano y su medio (podríamos usar aquí incluso la palabra sanación, o hasta la palabra magia, pero podemos decir simplemente: música  de la más refinada microafinación y variación rítmica posible).

A día de hoy, estoy incluso más convencida de este hecho, y cada vez que me adentro más en el Dhrupad, más me reafirmo.

Es relativamente frecuente que los yoguis y yoguinis se acerquen a la música, toquen y canten de forma sencilla. Pero no es tan frecuente encontrar a músicos llamemos “profesionales”, que se hayan formado en escuelas de música bien acreditadas y vivan por ello y de ello. ¿Este último está siendo tu caso, cómo y por qué?

Para mí esta pregunta abarca dos campos distintos: por un lado “la “calidad” en cuanto a “riqueza”, y por el otro, “la profesionalidad”. No tienen por qué ir necesariamente juntas.

Respecto a la “calidad” como “riqueza”: las cosas sencillas, tanto en lo técnico como en su implicación filosófica o estética, se hacen frecuentes por su fácil acceso. Las cosas complejas (de “calidad” o “riqueza”) requieren tiempo, estudio y dedicación así como un nivel de sensibilidad suficiente con el que, presumo, se nace pero  que también se puede desarrollar. Por ejemplo, no todo en el Dhrupad es complejo, pero su a veces aplastante minimalismo se convierte en algo excesivamente difícil de apreciar, como cuando escuchamos que una sola nota se prolonga durante un tiempo inusitado para la música que acostumbramos a oír. Así que, efectivamente, no es frecuente encontrar a muchas personas que conozcan este arte o artes semejantes y las aprecien.

En cuanto a lo “profesional”: podemos encontrar también, como bien comentáis, pocas personas en España que se dedican a la música meditativa, entre o no en la categoría mayor o menor riqueza estética y filosófica. En otros lugares como EEUU, sin embargo,  es un fenómeno masivo y en general en Europa está creciendo.

Sobre si la música es mi profesión, sí, la mitad de mi labor tiene que ver con el sonido actualmente y la otra es exclusivamente trabajo meditativo (incluso muy físico) que no tiene que ver con él. Supongo que estas proporciones variarán según el momento. El cómo es demandado por las personas que me solicitan enseñanza o conciertos. El por qué ya lo he explicado con anterioridad: la música puede armonizar la vida humana, y esa es mi labor como “swamini”: apoyar este proceso con todos los medios posibles.

Cuéntanos que estás estudiando ahora en India, con quiénes te continuas formando y cuál es tu propósito.

Continúo estudiando Dhrupad  en formato Guru-Sishya-Parampara con mis maestros los hermanos Gundecha. Esta es la forma en la que toda la tradición India se ha transmitido a lo largo de milenios: el contacto directo, e incluso diría, la convivencia con los maestros y la enseñanza oral. Esta forma de enseñanza es espiral, e incluso diría cíclica, porque a menudo se vuelve a la base una y otra vez.

No descarto aprender otro tipo de estilos con la voz o con instrumentos. Pronto quiero regresar al estudio vocal de la música sacra medieval europea o al estudio del canto armónico, pero no será en India.

¿El propósito? Ayudarme a mi misma y a todo el que quiera practicar conmigo o escucharme a alcanzar las sutiles regiones del espíritu (llamémosle también vacuidad) perfectamente enraizados en la magnífica casa de la materia en la que vivímos. ¡Tarea ardua pero no imposible!.

Para terminar, ¿puedes hablarnos libremente de qué aporta la música meditativa, a tu espíritu y a toda tu vida?.

Creo que la parte del espíritu ya la he aclarado. Y a nivel vital, me aporta un compartir con las personas cuyo valor apenas puedo describir por su magnificencia. Porque la música puede ser una experiencia solitaria pero también compartida, y aquí algo grandioso se abre: cuando eres acompañado en el  tiempo y espacio, es decir, vives junto a otros, en un lugar mental, emocional y físico muy distinto del habitual conocido en nuestras sociedades.

Podemos decir que la música es un lenguaje; esto es realmente importante. Entonces lo que hacemos es hablar o escuchar juntos una lengua que nos permite ser totalmente abstractos. Esto implica realmente mucho en nuestra existencia.

¿Qué te gustaría añadir sobre estos temas?

Es importante que la “comunidad meditativa”, en cualquiera de sus formas, abra sus oídos a lo que la música puede aportarle, así como cualquier forma de arte realmente implicado con la consciencia. Que rebusquemos en qué lugar pensamos que al arte o la música son “entretenimientos” sin demasiado valor o prácticas meditativas de “acompañamiento” en lugar de tener un espacio en sí mismas. Si el oído general estuviera más entrenado, estaría solicitando más sonido armonizador desde una necesidad acuciante. El problema es la falta de exposición a música y arte de calidad y el recalcitrante conformismo,  único destructor del desarrollo. Esto empieza en las mismas familias y escuelas al uso y espero que nosotros, las escuelas de desarrollo personal o directamente de evolución de la consciencia humana, ayudemos a transformar notoriamente este estado de las cosas apoyados en una revisión profunda de esta importantísima cuestión por parte de toda la comunidad.

Y para terminar, vuelvo a Nietzsche en su Así habló Zaratustra: “Yo sólo creería en un dios que supiera danzar”. Y no hay danza… sin música.

El próximo concierto de Eva Espeita:

Música Meditativa Devocional

Dónde: OmNarayana Yoga. C/ Santa Lucía 14. Majadahonda (Madrid)

Contacto: T 661 603 907