Antigurina (adminístrese con precaución)

2012-10-10

Sección «Yoga Pirata», crónicas escritas por Roberto Rodríguez Nogueira, profesor de yoga en Yoga Valladolid, blogger y escritor.

Si me inclino ante alguien o algo, ¿a quién le ofrezco la popa?

Incómoda reflexión personal… Pues la verdad es que mi popa me equilibra, por compensación de masas (biomecánica, tantrismo y bandhas), el peso del cabezón.

Pero hay que tener cuidado hacia donde se orienta tan esencial contrapeso. Interesante contrarreflexión.

“Uno que no se inclina ante nada tiende a desarrollar rigidez de espalda”. Yogananda, la flexión saludable (Autobiografía de un yogui)

Por eso me fascinan los saludos al sol. Todo el rato inclinándome, declinándome y elevándome, y mientras tanto las puyas que distintos gurús, alumnos y yo mismo se lanzan -nos lanzamos- entre ellos -nosotros- pasan sobre mi cabeza sin alcanzarla, debe ser porque no se queda quieta como una diana dócil.

Cuando hago yoga es que ni yo mismo me afecto en demasía. Acostumbrado a vivir en mis reflexiones y reflejarme en mis expresiones, al practicar yoga y simplemente flexionarme y presionarme, dejo de rebotar contra el mundo buscando explicaciones para todo y una explicación total. ¡Me simplifico! ¡Me dejo en paz!

Cada año que pasa es diferente. Al principio levantarme a practicar a las cinco de la mañana y quemar incienso ante la foto del gurú de mi fascinación me ayudaba a iniciar una disciplina (a veces, cuanto más difícil y raro, mejor para empezar). Haberlo dejado y retomado tantas veces me ha dado dos cosas esenciales. Primera, voy conociendo los efectos reales de la práctica sobre todo mi ser, que son algo que sólo se nota cuando no se tiene. Segunda, no necesito incienso, foto de gurú ni levantarme a las cinco de la mañana. Puedo, simplemente, practicar yoga.

Al principio necesité enfocarme en una disciplina estricta y estruendosa, pero si uno se empeña en practicar pase lo que pase, no necesita apoyarse en más ritual. La disciplina no es levantarse a las cinco; es practicar siempre que sea posible. Y no hacerlo cuando no es posible no es no practicar, es practicar distinto y más fluido.

Entonces ¿el gurú sólo es necesario como motivación? Para mí sí. Hasta que uno aprende a sacársela de dentro. Siempre es más fácil enamorarse de alguien de fuera porque coincide con nuestra idea de perfección. Siempre es más difícil enamorarse del que vive dentro de nosotros, porque fastidia su conocida imperfección (es lo que tiene verse desde el otro extremo de las ideas de perfección, que también tienen un culo, y en este caso apunta su ojo ciego a nuestra propia compañía). Claro que nunca amaremos hasta que nos amemos, es evidente.

Si lo que buscamos es vivir un mito, un gurú es indispensable. Si preferimos vivir, un gurú es, ni más ni menos, un excelente punto de partida al que estar siempre agradecido. Mirando el dedo del gurú con arrobo, fascinación e idolatría uno no ve qué le está señalando y se lleva una colleja (lo aprendí en una de Bruce Lee, uno de mis gurús favoritos).

Quién es

Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.

http://elartedelacalma.com/

https://www.facebook.com/yogapirata?ref=ts&fref=ts