Felicidad como Producto Interior Bruto

2013-06-07

Hace unos años leí el primer informe sobre el Índice Global de la Prosperidad y al momento me pregunte cómo podía ser que los países más ricos del mundo fueran los más infelices. ¿Cómo un país pobre puede ser un lugar mejor para vivir y ser más feliz que uno rico? ¿Cómo puede ser -se preguntan políticos, economistas y sociólogos- que un campesino de Bután esté más satisfecho de su vida que un ejecutivo de Alemania? Por Koncha Pinós-Pey para Espacio MIMIND.

Butan

Creo que el propósito de la vida es la felicidad. Quien tiene miedo y mira a todos con desconfianza, nunca podrá ser feliz ni hacer feliz a los demás. Los que saben mirar la vida con optimismo y mantenerse en el camino pueden experimentar felicidad y ofrecérsela a los demás (XIV Dalai Lama).

Las mediciones de la felicidad se hacen casi siempre de dos modos: evaluando las condiciones objetivas de la vida cotidiana de un país (ingresos, educación, salud, etc.) o preguntándole a la gente cómo se siente (medidas subjetivas). Ninguno de los dos métodos parece coincidir, lo cual señala que los indicadores de variables abstractas que hemos usado hasta ahora para medir la felicidad son exagerados o no se corresponden con el sentir de las personas.

Era el año 2006, el recién coronado rey del Bután animo a los funcionarios de su gobierno a que pensaran en un índice para medir el bienestar de su pueblo con más precisión que el Producto Interior Bruto (PIB). Así el equipo desarrollo un concepto al que nombraron Felicidad Nacional Bruta, conocida como GNH (Gross National Hapiness), un índice que puede medir tanto la felicidad privada como la pública de sus habitantes. Tardaron tan solo dos años en elaborarlo y fue a partir de noviembre del 2008 cuando pusieron en marcha políticas del gobierno orientadas a la consecución de los índices. Solo tardaron dos años en cambiar el país de arriba abajo.

Bután define la felicidad “como un bien público necesario que se experimenta subjetivamente y que no puede ser dejado en manos privadas”. Para medir sus índices de felicidad diversos especialistas recorrieron el país e hicieron encuestas de varias horas. Eran 180 preguntas que estaban divididas en nueve categorías: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, medio ambiente, estándar de vida y gobierno.

Examinando la relación existente entre el bienestar económico y lo feliz, nada feliz o algo feliz que se siente la población de un determinado país, no cabe la menor duda de que valores culturales, marco de referencia e identidad influyen en la percepción de la ausencia o presencia de bienes. Hay una correlación entre ingresos y percepción de felicidad, sobre todo en los primeros estadios del desarrollo económico, pero que a partir de que se alcanzan los 20.000 dólares desaparece.

La felicidad entonces ya no está determinada por los ingresos sino que se vincula a otros elementos muy importantes como la cohesión social, la movilidad social, la igualdad de oportunidades, la libertad percibida,

Algunos de vosotros quizás recordáis el delicioso libro Lo pequeño es hermoso de Ernst Shumacher, un destacado economista humanista alemán que ponía delante de todo a las personas, expresando que el hombre es pequeño y que aceptando su fragilidad es más hermoso. Schumacher afirma que el problema económico no es tanto de recursos o medios, sino de mente, y que si la perversión humana, la codicia o la envía se cultivasen se produciría un colapso del planeta. Schumacher nos enseñó a saber mirar un árbol, a querer y cuidar a los amigos, a disfrutar de un libro, a entregar cariño y a gozar de la fraternidad de todas las especies.

Europa y la felicidad

Los monjes Zen se comprometen a tres votos: no tocar el mal, no aferrarse al bien y vivir el aquí y el ahora. Vivir el momento presente, no sufrir por el pasado y no perderse en el mañana. No necesitas nada más para ser feliz, y es en ese deshacerse de los apegos que hacen sufrir al hombre donde se encuentra la felicidad.

Por tanto la felicidad es interior y no exterior, depende de todo lo que tenemos dentro y no fuera, de lo que somos en definitiva. La crisis en Europa está haciendo emerger nuevas formas de participación ciudadana y al respecto me gustaría hablar de Martha Nussbaum -filósofa norteamericana- en su último libro No por beneficio se puede leer sobre la importancia de la formación humanista en los estados. La democracia es frágil como una flor, con raíces poco profundas en la historia de nuestro país, que necesita ser cuidada, protegida y mimada. Nussbaum ha dado mucho en su vida por la democracia, y también Amarthya Sen ha reivindicado la necesidad de eliminar el PIB y acercarse al concepto de Felicidad como Producto Interior Bruto. Sin inteligencia critica, sin libertades, sin derechos, nuestras civilizaciones no alcanzarán más que bienes y creerán al final que la democracia es como un bono que se puede canjear, una mercancía.

GNH propone entender que las humanidades son un bien, no un lujo. Tagore con su poesía hizo programas educativos en India, al igual que Gandhi en la base de la independencia y la lucha por la libertad de su nación. Sus ideales, belleza, no violencia y bondad para alcanzar el bien común.

Martha Nussbaum define las diez capacidades básicas del desarrollo: vida, salud corporal, integridad física, sentido- imaginación y pensamiento-, emociones, razón práctica, afiliación, respetar otras especies, juego, control sobre el medio. Estos principios que Nussbaum define como relevantes en la estructuración de un orden global que garantice una vida digna para todos los seres del planeta.

Reflexionar sobre cómo hacer el cambio del PIB al GNH puede parecer una utopía, pero deseo que este articulo sea un punto de partida para una discusión necesaria sobre cómo construir un mundo donde todos los seres sean felices gozando de lo elemental para una vida digna, y si para eso tenemos que mirar a lo pequeño, pues miremos a lo pequeño. Gracias.

Koncha Pinós-Pey

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