No hacer haciendo

2013-03-04

Siempre me ha fascinado de Oriente aquello de “no hacer haciendo”. Es como cuando empiezas a nadar y quieres flotar, y te hundes por el miedo que te da hundirte. Pero si respiras y te calmas, entonces lejos de sumergirte… flotas. Cuando intentas retener lo que amas, lo pierdes. Escribe Koncha Pinós-Pey.

Nubes

Eso me hace recordar una frase de mi abuela: “Cuanto más quieras a tus hijos, más libres les debes dejar”.

La inteligencia natural funciona sola, sin preocuparse de pensar, actuar o hacer; lo hace desde el equilibrio con alegría y amor. En nuestra sociedad creemos que todo lo debemos obtener a través del “esfuerzo”. Cuando una pareja discute, uno dice: “Me estoy esforzando en cambiar”.»No -debería de decir el otro-, no quiero que cambies; solo que mires aquello que surge en tu mente, cómo surge y qué actitud tienes ante eso. ¿Que ves?». Si ve el apego, el miedo, la indefensión, entonces ese es el anzuelo de su mente sobre el que hay que trabajar.

La relación entre la búsqueda de la seguridad psicológica o emocional y los esfuerzos entre seguir evolucionando es un tema que me parece muy en boga para investigar hoy en día. ¿No será acaso la inseguridad el resultado de una búsqueda de seguridad imposible? Y ¿no será acaso la solución abandonar el concepto de “seguridad” y abrazar un concepto mucho más radical que tiene que ver con la “estética del vacío” para salvarnos?

Ese principio oriental de “la menor acción y la no-resistencia” es en sí mismo la mayor forma de resistencia que jamás ha habido -léase Gandhi-.  Ya que la inteligencia lógico-matemática o verbal  postula que “solo mediante el esfuerzo se pueden obtener las cosas”, me viene a la mente una frase de Dalai Lama:” ¿Qué esfuerzo puede hacer una persona que no es consciente de aquello que emerge en su mente? Sera un esfuerzo inútil fruto de su ignorancia”.

Mientras que el principio del vacío basado en el amor y la armonía nos enseña a dejar de lado el deseo y satisfacernos con aquello que tenemos, el principio del esfuerzo continuo y la competitividad nos muestra una visión mucho más depredadora de nuestra evolución: puedes tener lo que quieras si te esfuerzas. Pero eso que tú obtienes, ¿de dónde viene? ¿Quién ha dejado de tenerlo para que tú lo tengas? ¿Qué impacto tiene en los recursos globales del planeta? ¿Cuál es el precio?

¿Qué  esfuerzo hace una nube por ser nube?

La naturaleza hace servir esa ley para organizar su caos, así funciona ella… con el mínimo esfuerzo. ¿Qué esfuerzo hace una nube para ser nube? ¿Qué esfuerzo hace un cerezo para rendirnos en primavera? ¿Qué esfuerzo hace un pez para nadar? Nada, sencillamente están y son naturaleza intrínseca.

Lao-Tse dijo: “Para conocer la verdad de las cosas uno debe de librarse del conocimiento, y no hay nada más poderoso que el vacío de la mente… aquel  del que los hombres huyen”. Buddha dijo: “Si encuentras a Buddha, mátalo”. Tanto Lao-Tse como Buddha nos invitan a liberarnos de los conceptos y a entrar en el vacío del vacío desde el no esfuerzo consciente de “no hacer haciendo”… Pero ¿cómo puedo en unos tiempos tan revueltos, en la era de la ansiedad y el estrés, cruzar el puente que atraviesa dos realidades tan profundas de mi mente: hacer y no hacer? Parece realmente un dilema shakesperiano.

De nuevo recuerda la nube, la noche y el día, el placer y el dolor -inevitable en toda condición humana-. Creemos que la existencia se justifica a sí misma en base al esfuerzo que ponemos en conseguir cosas, en obtener bienes, pero ¿qué hay más allá de las apariencias externas? Vivimos siempre pensando en el futuro o en el pasado, y no en el presente. La  manada no piensa en si lloverá mañana: hoy bebe agua en el oasis. Y bebe solo la que puede sostener en su estómago, no hay avaricia, no hay egoísmo. Tomo solo lo que necesito hoy, y confío en que mañana, a lo largo de la travesía, volveré a encontrar el agua que necesito en mi camino.

Queremos que todo lo que hacemos tenga sentido, y a veces nos cuesta mucho comprender que “no todo tiene un sentido directo”, tiene un orden interno que solo es posible conocer desde una experiencia profunda de vacío. Una experiencia que reconozca el profundo valor de la impermanencia y el milagro de estar vivos.  No todo podemos apresarlo en conceptos, ni en espacios y tiempos… Más bien no podemos apresar nada realmente. Porque nada nos pertenece.  Entonces, ¿por qué no experimentarlo con conciencia?

Rendirnos al misterio

Hay muchas razones evidentes para hacer uso del “no hacer haciendo” en estos momentos. Sabemos que muchos sobres de los que creíamos cerrados se han deshecho al lanzarlos al agua, o al viento. No tenemos que tener miedo al futuro: vivamos el presente con conciencia, pues es el único tiempo en el que podemos actuar. Nuestros tiempos no son peores que cualquier otro tiempo. El hombre siempre sufre: hambre, guerra, epidemias, muertes… Ningún sufrimiento es nuevo para la Humanidad. Nada es seguro, nada es estable; entonces ¿por qué no hacernos amigos de la inseguridad y trabajarla desde otro aspecto?

Nuestro tiempo es una era compleja de miedo, ansiedad, estrés, agitación, egoísmo y adicción a la posesión. Creemos que mientras podamos seguir aferrándonos a nuestras creencias e ignorar el hecho de que todo es fútil, sutil, hermoso e impermanente estaremos vivos. Pero esto no es más que una manera de “asesinarnos”, un homicidio violento y complejo de los sentidos, que nos hace ser menos sensibles al vacío.

Por paradójico que pueda parecer, solo encontramos sentido a las cosas cuando las perdemos. Por eso mismo la ley del “no hacer haciendo” nos hace descubrir lo infinito, indescriptible y absoluto que existe en nosotros cuando dejamos de luchar con lo finito, relativo y descriptible. Solo podemos rendirnos al misterio cuando reconocemos que no sabemos absolutamente nada de él, cuando dejamos de hacer y empezamos a no hacer haciendo -consciente-. No hace falta que creas lo que digo, pues solo creer en esto que acabo de decir es imaginarlo, conceptualizarlo y asesinarlo. Solo tienes que abrir los ojos a otra mente y la verdad emergerá de ti.

Por Koncha Pinós- Pey. Ph. D. www.estudioscontemplativos.com