Mi postura favorita: Quietud sentado

2012-12-13

En esta sección, “Mi postura favorita”, diferentes profesores eligen una asana y explican sus claves de realización y beneficios. Esta vez nos visita José Luis Cabezas Muñoz en Quietud sentado.

Jose Luis Cabezas airport

Aunque la diversidad de las posturas y movimientos es una de las expresiones externas más evidentes de Yoga, en particular de Yoga Dinámico, ambos, posturas y movimientos, habilitan y familiarizan el cuerpo y la mente para la Quietud sentado, donde todo tiene la oportunidad de profundizarse y resolverse. Esto puede ser invitado prácticamente en cualquier lugar, y por todo ello la presento como mi postura favorita.

Lo único que necesitamos es el soporte de un asiento tan alto como sea necesario para poder quedar sentados en el borde frontal de los huesos de los glúteos (los isquiones), en el borde frontal del soporte (ya sea una silla, cojines, mantas, esterilla de yoga enrollada, etc.) para que la pelvis pueda quedar ligeramente inclinada hacia delante y la columna vertebral (particularmente la espalda baja) pueda quedar cómodamente con sus curvaturas naturales, y la base en piernas o pies en tanto contacto estable con el suelo como sea cómodamente posible.

Invitemos abiertamente a todo el cuerpo a relajarse tanto como sea posible. Desde la periferia en pies y manos, a través de las piernas y los brazos hasta la pelvis y la caja torácica, todos los músculos alrededor de la cara y el suelo pélvico, toda la piel y la respiración. Dejando fluir todo tan abierta y libremente como sea posible, todas las sensaciones, incluso la actividad mental. Se trata de entrega, de soltar dejando fluir todo libremente asentándose en la lucidez de la quietud vertical. Como autoindagación. No como autocontrol ni autoregulación, en cuyo núcleo se encuentra el controlador tratando de conseguir algo y no es posible librarte de ti mismo.

Puede suceder en cualquier lugar

La mente meditativa no viene de una técnica ni práctica; sucede sólo al relajarnos en lo que está ocurriendo de hecho, incluyendo lo que está sucediendo en y como la mente. Por eso es muy difícil beneficiarse de la meditación sin practicar mucho. A no ser que nos demos cuenta de que, al no ser una técnica, la mente meditativa (que es meditación) puede suceder en cualquier lugar, en cualquier circunstancia en la que podamos relajar lo suficiente para volvernos conscientes de lo que está ocurriendo en y como la mente.

Hay mucho más en relación a la mente meditativa que el mero relajarse y disfrutarse. La inteligencia de la mente está diseñada funcionalmente para que podamos ver claramente, reconocer lo que está ocurriendo y  actuar acorde a ello.

Cuando la mente pueda sentirse a salvo, se relajará completamente y perderá su preocupación con lo que está ocurriendo alrededor de ella. Pierde interés y apego en lo que está sucediendo alrededor de ella, sin disciplina, ni fuerza, ni control requerido. Sólo hemos de sentirnos a salvo, lo suficientemente a salvo para relajarnos lo suficiente para no estar preocupados por nada de lo que pueda estar sucediendo alrededor. Podemos intentarlo en un aeropuerto (como en la foto). Si podemos meditar en un aeropuerto, podemos meditar prácticamente en cualquier lugar. Se trata de relajarnos de veras y no preocuparnos por nada que nuestra imaginación pudiera sugerir que pudiera sucedernos.

Jose Luis Cabezas

Y así podemos entender profundamente lo que implica sentirse a salvo. Lo suficientemente a salvo como para poder relajarnos pudiendo perder interés por el mundo externo, de modo que nuestra inteligencia e interés se encuentran naturalmente focalizados en el interior, como autoindagación. Nuestra inteligencia natural volviéndose sobre sí misma y comenzando a reconocer la presencia y naturaleza de su propia actividad.

Todo ello sucede, de todos modos, en la práctica postural de Yoga cuando ésta es con integridad otorgada a la inteligencia del cuerpo a través de sensibilidad a las sensaciones. En otras palabras, es meditación desde el principio. No es una preparación para algo mejor que vaya a venir luego.

Pero ¿cómo de a salvo se siente tu mente cuando estás en una postura corporal demandante en contraste a cuando estás en una postura de relajación? No tan a salvo, de modo que la inteligencia de la mente ha de ocuparse de nuestra seguridad, evaluando qué ha de hacerse, lo cual implica que hay una fluctuación dentro de las posibilidades meditativas de la práctica postural de Yoga, acorde a cómo de cómodo y estable estemos (stiramsukam). En teoría, estar cómodo en cualquiera de las muchas posturas de Yoga es una invitación a la mente meditativa, y lo es, pero no es una invitación muy profunda comparada con venir a quedar quieto en la verticalidad de sentado. Esto es por la naturaleza del sistema nervioso humano en sí.

De modo que venir a sentarnos en verticalidad estable es parte importante e indispensable, y puede suceder en cualquier momento del flujo de nuestra práctica de Yoga y vida. Si nos volvemos íntimos escuchando verdaderamente el cuerpo, quedaremos en contacto con la mente, y puede que vengan momentos en los que la mente lo único que querrá hacer es volverse hacia sí misma. Así que permitámoslo viniendo a sentarnos quietos; no tenemos que esperar a un momento especial o formalizado.

¿Por qué querría la mente volverse hacia sí misma?

Podríamos decir que por dos razones. Una, porque sabe o ha aprendido el deleite que es hacerlo, y quiere disfrutarlo. Y otro tipo de razón más pulsante: todos nosotros hemos estado vivos algún tiempo y hemos hecho muchas cosas, y muchas nos han sucedido, y algunas de ellas no han sido placenteras sino incómodas o dolorosas. El problema con el dolor es que no nos gusta y no lo queremos (y es importante que no lo quieras, porque si no estarías muerto hace mucho tiempo), y cuando la mente comienza a sospechar en base a memorias de experiencias pasadas que el dolor está por venir, trata de rehuirlo mirando hacia otro lado; quizás trata de evitarlo ocupándose en algún tipo de proyecto futuro, o tratando de recordar algo agradable que pasó en el pasado o alguna fantasía reafirmante o lo que sea. Y entonces sucede una división o corte en el que la energía que está entrando en el cuerpo no se encuentra con la mente consciente, y se deposita produciendo lo que un psicoanalista podría llamar un nudo, bloqueo o armadura, y nuestros cuerpos se llenan de energías de experiencias pasadas no resueltas, que no fueron resueltas porque no estábamos plenamente presentes.

Estas energías dentro de nosotros inconscientemente determinan nuestras acciones y reacciones, de un modo que evitamos inconscientemente ciertas cosas y reaccionamos inconscientemente ante ciertos estímulos. Todas esas energías viven en nosotros como molestias pero, como cualquier cosa viva, quieren expresarse a sí mismas y resolverse. La resolución de esas energías sólo puede suceder encontrándose con lo que las abandonó en primer lugar, conciencia consciente.

Algunas veces la práctica postural de Yoga moviliza algunas de esas energías, que por supuesto quieren resolverse, y pueden, pero sólo a la luz de la conciencia consciente. Gran parte del fruto de la práctica de posturas y movimientos de Yoga es invitar este tipo de resolución. Nuestra mente sabe cuándo eso es posible. Es mucho más probable que suceda en la lucidez de la verticalidad de la quietud sentado que en ningún otro lugar.

José Luis Cabezas Muñoz   http://www.yogadinamico.com/new