Empujar el suelo, ascender al cielo

2012-10-08

Sección «Saludo al sol», con las reflexiones de Joaquín García Weil, profesor de yoga, licenciado en Filosofía y fundador de Yoga Sala Málaga.

En ocasiones algún alumno me pide que le resuma la filosofía de la práctica del yoga. Suelo responder que el yoga consiste en colocar cada cosa en su lugar. Según los antiguos tratados de la India, en el Universo existen cinco elementos que son, desde abajo hacia arriba: tierra, agua, fuego, aire y éter. Del mismo modo se ordenan los elementos en nuestro cuerpo que, al ser parte del universo, obedece a las mismas leyes.

Uno de los aspectos de la práctica del yoga que más me gusta es su carácter terrenal, la preponderancia del elemento tierra. Al cabo de pocos meses de aprendizaje se experimenta una solidez en nuestra posición física, una mayor firmeza al pisar el suelo y al mismo tiempo, aunque pueda parecer en principio paradójico, una mayor ligereza. Estas experiencias personales están en relación, por una parte, con el concepto de espiritualidad en la práctica del yoga y, por otra parte, con el concepto de equilibrio, tanto físico como psicológico.

Como profesor de yoga observo que hay diversas maneras de relacionarse con la tierra o el suelo. Hay personas que pisan el suelo como si les quemara, apenas apoyando algunas zonas de las plantas de los pies. Otras personas, al contrario, parecen caer pesadamente en el suelo a cada paso y levantar de él los pies con dificultad. Con la práctica de las asanas se consigue el paradójico efecto de ganar ligereza a partir de un apoyo firme sobre el suelo.

A veces me han preguntado si en nuestro centro levitamos. Suelo responder con ironía que lo hacemos continuamente, que levitar es para nosotros la cosa más normal del mundo.

Después, si la ocasión me lo permite, aclaro que éste, uno de los tópicos más celebres del yoga, es precisamente algo que poco o nada tiene que ver con lo que enseñamos y practicamos. Y no porque me parezca impropio de nuestra ciencia elevarse, sino porque, a mi juicio, en el yoga toda elevación ha de basarse firmemente en el suelo. Este es el más sencillo principio del equilibrio: empujar el suelo y elevarse al cielo. Me estoy refiriendo a la maña más elemental para las asanas de equilibrio, bien sean sobre pies, manos, hombros, cabeza, etc. Alcanzar el equilibrio por sustentación o por colocación balanceada sobre el suelo es muy difícil. Sin embargo, basta con empujar con firmeza el suelo y elevarse al máximo para que el cuerpo, de un modo espontáneo y natural, se alinee y se equilibre.

Como casi todo en el yoga, este principio de las asanas de equilibrio se manifiesta también como una metáfora de la psicología y la filosofía. No sólo en las mitologías y la espiritualidad de Oriente sino también en las de Occidente se concibe que el lugar de las personas está entre el suelo y el cielo. Según estas formas de pensamiento, los humanos son seres ni plenamente celestes ni sólo terrestres sino que su tarea consiste en elevarse hasta el cielo desde la tierra. Demasiadas aspiraciones espirituales sin atender a lo mundano y práctico, conduce a la fantasía y al descuido. Demasiada terrenalidad y materialismo embrutece y hace perder perspectiva. Las asanas de equilibrio constituyen hilos conductores que conectan de modo armónico las aspiraciones espirituales con el bienestar elemental y cotidiano.

Para que la columna vertebral y el resto del cuerpo se libere de las tensiones tanto en la vida ordinaria como en la práctica o sadhana, es necesario que lo que en nuestro cuerpo es tierra (isquiones, muladhara, planta de los pies) descienda a la tierra y se pose firmemente en ella. Sólo de ese modo lo que es éter en nuestro cuerpo, la cúspide de la cabeza o sahasrara, se elevará creando espacio para el movimiento libre del cuello, de la columna y el tronco con todos sus órganos, un espacio entre el cielo y el suelo.

Joaquin Garcia Weil (Foto: Vito Ruiz)Quién es

Joaquín García Weil es licenciado en Filosofía, profesor de yoga y director de Yoga Sala Málaga. Practica Yoga desde hace veinte años y lo enseña desde hace once. Es alumno del Swami Rudradev (discípulo destacado de Iyengar), con quien ha aprendido en el Yoga Study Center, Rishikesh, India. También ha estudiado con el Dr. Vagish Sastri de Benarés, entre otros maestros.

http://yogasala.blogspot.com