Historias para compartir: Un mes dando clases en la India

2013-11-20

Para mí, el yoga es el noble arte del conocimiento de uno mismo que abre hacia el Universo. La ciencia es el noble arte del conocimiento del mundo que nos rodea. Ambas son las pasiones que mueven mi vida. Aparentemente están alejadas, pero en realidad se encuentran interconectadas por la investigación. Escribe Sara Cogliati.

Sara Cogliati

Con esta fuerte motivación volví a la India, después de dos años. He pasado dos meses intensos y especiales. Gracias a mis dos pasiones he vivido una experiencia inolvidable. Esto es el relato de la primera parte de mi viaje.

Bhaje, Malavli, Poynad, Bal Asha Ghar, Bhambarde, Shel-Pimpal Gaon. En el mapa son nombres de pequeños pueblos en Maharashtra. Para muchos niños y chicos indios son el lugar para vivir una vida segura y feliz donde desarrollar sus propio futuro. En estos sitios se encuentran algunos de los centros Samparc (www.samparc-india.org), una asociación india que desde hace 20 años se ocupa de niños huérfanos o que vienen de familias afectadas por el alcoholismo o la prostitución, proveyendo su sostenimiento, formación y dándoles cariño y amor como en una verdadera familia. Los niños se pueden apadrinar e ir a conocerlos directamente a la India.

“Empezamos sin dinero y sin nadie que trabajara con nosotros, pero confiamos en que nuestra idea se hiciera realidad”, me comentó Amit Banerjee, fundador de la asociación Samparc. Iniciaron así el camino que ha llevado desde una casita de adobe con siete niños hasta hoy, con 600 chicas y chicos entre los 4 y 17 años, diez centros, un centro de formación profesional, una escuela y un hospital. Los primeros niños que llegaron ahora son jóvenes adultos, con sus diplomas, sus trabajos y algunos ya ha creado su propia familia. ¡El Samparc ya tiene nietos!

Un curso de ciencia aplicada

Conocí a esta asociación hace dos años, durante mi primer viaje a la India, y me quedé fascinada por la miradas de los niños, por su alegría y por el trabajo precioso de estos centros. Entonces decidí volver y ofrecer mi pequeña contribución: un curso de ciencia para la escuela del centro Samparc de Bambharde, una zona tribal de montañas.

Esta escuela tiene una historia singular: un día Amit Banerjee se encontró, durante un paseo hace 16 años atrás, con una pareja que intentaba llegar a un hospital porque su hijo había contraído una grave infección. El niño tenía una lesión tratada con orina de vaca, según la tradición popular. El pequeño falleció antes de llegar al hospital delante a los ojos de Banerjee, que decidió construir una escuela para evitar otras tragedias debidas a falta de información. Por una curiosa coincidencia del destino, fue en ese lugar donde di el curso de ciencia para enseñar a los niños lo importante que es lavarse las manos para evitar infecciones.

Después de las clases teóricas, hicieron un experimento que consistió en tocar una placa con un substancia apta para el cultivo bacteriano antes y después de haberse lavado las manos con agua y jabón al final del día. Las niñas y niños participaron en el experimento con mucho interés. Los resultados, obvios para mí, ¡para ellos fueron emocionantes! Efectivamente, después de lavarse las manos, el crecimiento bacteriano disminuyó radicalmente, probando así la importante sanitaria de esta simple costumbre. Los resultados les causaron una impresión tan positiva que me hicieron muchas preguntas.

No sé si realmente esto introducirá un cambio importante en sus hábitos o si todos lo harán. Pero quizás sí aporte mayor consciencia entre los niños para la prevención de problemas graves como las infecciones. Quizás lleven esa consciencia a casa o a sus futuros hijos. Quizás solo sea una semilla al viento que un día dará sus frutos.

Me quedo con el recuerdo de la curiosidad y la sorpresa en sus caras: la mejor recompensa.

Después de un mes pasado con los niños y niñas de Samparc, mi viaje continuó hacia Rishikesh, al ashram de Swami Rama, de la tradición himalaya, para un intenso recorrido hacia el interior.

Sara Cogliati nació en Milán y trabaja ahora en Madrid, como bióloga en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares. Vive el yoga como una inspiración constante. Con este impulso estuvo dos meses en la India para dar clases de ciencia a niños de una ONG y para hacer una sadhana en el ashram de Swami Rama de la tradicion himalayana.