Bailando con el Absoluto

2017-04-24

Jesús Fonseca nos sorprendió con esta foto tomada en Benarés, no lejos del río Ganges, mientras Babaji, Luisa y yo caminábamos por una de sus abigarradas callejuelas, sorteando con torpeza rickhaws y vacas, en un día espléndidamente luminoso. Escribe Ramiro Calle.

Había olor a mazorcas asadas, pachuli, boñigas y otros tantos olores multivariados de esta ciudad onírica, en cuyo caótico e impactante escenario se mezclan los santos con los charlatanes, los fervientes devotos con los pícaros, la más burda superstición con la mística más refinada. Escuché las palabras siempre certeras de Babaji Sibananda:

«Ramiro, hay que saber mirar y mantener la calma ante todo. Ecuanimidad.  Todos somos como los dedos de una gran mano cósmica y tenemos que aprender a conectar con ella, de la que en realidad nunca hemos estado desconectados. En este sentido es muy útil la meditación.  El corazón de todas las criaturas es el mismo, pero desde niños nos han superpuesto códigos, esquemas y se ha ido  configurando el ego, que se interpone entre uno y su ser real».

Estuvimos varios días en Benarés, para desde allí emprender el viaje por el estado de Bihar siguiendo las huellas de Buda. El espíritu se nos sintió nirvanizado en Bodh Gaya, donde estuvimos meditanto y recorriendo los lugares y cuevas en las que el Despierto meditaba y recordando sus sabias palabras: «Tú eres tu propio refugio. ¿Qué otro refugio puede haber?.»

Desde allí a Radjir, la antigua Rajagriha, donde Buda, incansable y por infinita compasión, no dejaba de mostrar esa Enseñanza que él decía era perfecta en su principio, su medio y su final.

Ilusioné a Jesús Fonseca, tan amante de la cultura japonesa, con que nos íbamos a alojar en Radjir en un hotel japonés con baños de vapor, primorosas habitaciones decoradas al estilo japonés y exquisito sushi para deleitar el paladar. Así se anunciaba dicho hotel. Llegamos al mismo y Jesús se lanza a la recepción. Quiere darse enseguida un baño al estilo japonés.  También a Luisa y a mí nos apetece, ¡cómo no tras un larguísimo recorrido por carretera y donde tanto se nos ha prevenido contra los dacoits (bandoleros) y naxalitas (separatistas)! Pues los baños no funcionan desde hace mucho, están averiados. India es India. Dudo que hayan funcionado alguna vez, dudo incluso de que existan. Decepción en el rostro de Jesús. Bueno, no hay que desesperar, pues quedan esas habitaciones lujosamente adornadas al más puro estilo japonés.

Nos enseñan una. ¡Vaya, vaya! Una simple esterilla en el suelo y un raído cojín. Optamos al final por las de estilo occidental, destartaladas también, pero sin pretensiones. Bueno, queda la cena, el sushi y otros platos japoneses que harán las delicias del paladar de Jesús y de Luisa. No hay comida japonesa. Es un hotel japonés y no hay comida japonesa. En fin, un poco de dhal (lentejas), algún chapati y un helado que es un pedazo de hielo.

Pero la recompensa viene después de la cena. Nos vamos a un templo tailandés que hay en las cercanías, en un silente paraje. Meditamos con los monjes y novicios hasta bien entrada la noche, departimos con el venerable monje que dirige el lugar y nos dejamos envolver y ensimismar por las plegarias budistas. En lo más profundo de mi mente resuenan las palabras del Triple Refugio: «Buda saranam gachami, dhamma saranam gachami, sangha saranam gachami». O sea, «tomo refugio en el Buda, la Enseñanza y la comunidad».

Al día siguiente seguimos las huellas de Buda y los lugares en los que pronunciaba los Sermones o meditaba. Así estamos acumulando ecuanimidad, la que nos hará mucha falta para en un par de días soportar un accidentado viaje de vuelta a Benarés. Horas en el aeropuerto y se cancela el vuelo por niebla; horas suplicantes en la estación de ferrocarriles hasta la madrugada y hay huelga. Así que alquilamos un coche y de vuelta a Benarés. ¡La ilusión de abrazar de nuevo a Babaji!

Pero el destino  juega sus imprevisible bazas. No encontramos a Babaji y en horas tenemos que viajar a Delhi para no perder el avión de vuelta a España. Buscarle y no poder hallarle resulta desgarrador. Innumerables sadhus junto a las aguas gangéticas, pero Babaji no aparece. Lo que yo no podía haber sospechado ni remotamente es que nuestro último encuentro en esta cenagosa ruta que es la del samsara (fenoménico) había tenido lugar días atrás. Murió antes de que yo pudiera ir de nuevo a visitarle. Muy a menudo recuerdo sus palabras:

«Este mundo es un enorme escenario: somos los actores y estamos haciendo nuestro papel. Cuando la obra termine. volveremos a nuestro hogar. El alma es el conductor y el cuerpo es el coche. Si no existe el amor y el respeto, la vida es salvaje. El amor es como una flor. No requiere nada a cambio. Bailamos siempre de acuerdo a la voluntad del Absoluto, pero no lo comprendemos. La meditación es el mejor sendero de vida para todos. En este planeta descansamos algunos días y partimos. Tenemos que servir a los otros y ganar la paz de la mente».

Ramiro Calle

RamiroCalleMás de 50 años lleva Ramiro Calle impartiendo clases de yoga. Comenzó dando clases a domicilio y creó una academia de yoga por correspondencia para todo España y América Latina. En enero de l971 abrió su Centro de Yoga Shadak, por el que ya han pasado más de medio millón de personas. Entre sus 250 obras publicadas hay más de medio centenar dedicadas al yoga y disciplinas afines. Ha hecho del yoga el propósito y sentido de su vida, habiendo viajado en un centenar de ocasiones a la India, la patria del yoga.

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