Entrevista con Enric Boada: “Lo único trascendente es asumir que esto no puede seguir así”

2013-04-08

Enric Boada es un ser despierto, insumiso, inclasificable incluso en una época, en una cultura y en una edad. No se le puede adscribir del todo al yoga, al zen, a movimientos antisistema, ecologistas o de nueva conciencia. Todo lo integra en su visión del mundo porque todo le ha interesado y casi todo lo ha vivido en su largo existir.

Enric Boada

Su lógica a la hora de valorar la realidad que vivimos es tan aplastante que resulta radicalmente revolucionaria. Ya hace años que sintió la necesidad de escribir que estamos llegando a los límites del crecimiento, y que si no paramos este sistema de vida voluntariamente, nos va a parar la propia naturaleza.

Su libro al fin vio la luz en 1997. Se llama Cuando morir sea una fiesta: contramanifiesto para el tercer milenio (Icaria). En él analizaba cómo ha evolucionado la especie humana y los retos y límites de esta evolución en un espacio finito en el cual pretendemos seguir viviendo como si fuera infinito. No ha vuelto a escribir otro libro pero si hoy lo hiciera sería, lógicamente, todavía más radical, puesto que la situación no ha hecho más que seguir empeorando.

Sin embargo, la vitalidad de Enric Boada continúa desbordante. Ya en su octava década de vida, sigue plenamente en activo dando clases de yoga y meditación con un entusiasmo incombustible.

¿Cómo apareció el yoga en su vida? Enric nos cuenta que con 12 años, durante una mañana soleada en el colegio de los jesuitas, alguien leyó el Evangelio y tuvo un flash: “Esto no tiene nada que ver con lo que me enseñan aquí, con lo que me enseñan en casa”. Luego descubrió el yoga estando en primero de Derecho, con 17 años, a través de un libro en inglés de Swami Vishnudevananda, en una época en que no se conocía apenas el yoga y muy pocos hablaban inglés. Aquello le abriría nuevos espacios interiores… “Luego apareció por la facultad un italiano que tenía el Bhagavad-gita, el Tao Te Ching, los sermones de Buda… Y yo me los leí todos en italiano, con ayuda de un diccionario”.

Pero el ambiente “zarrapastroso” (adjetivo que le viene a la boca últimamente en las clases de yoga, y no sabe por qué) de aquella época, en pleno franquismo, se le hizo insoportable -todo estaba prohibido, todo era pecado- y se fue de España. Más tarde le tocó regresar para hacer la mili como piloto de guerra en Tetuán, y allí empezó a estudiar árabe. Luego continuó en Líbano y no regresó a España hasta cerca de los 30 años, después de estar en Siria, Jordania e Israel, una exploración “por línea cristiana e islámica” que le había llevado también a peregrinar por el Sahara argelino con  los seguidores de Charles de Foucauld.

Después París y Madrid en lucha clandestina antifranquista. Y de la militancia izquierdista a trabajar diez años como directivo de una entidad internacional, lo que le llevó a vivir en Australia y Nueva Zelanda y a conocer India y Tailandia.

Un día surgió un “amor fulgurante”, y las prácticas intensivas de ese amor unido a la falta de ejercicio, le colapsaron dos vértebras lumbares. Un mes inmovilizado durante el cual descubrió el zen y regresó al yoga activo. “A las dos semanas estaba haciendo Sirsanana”, postura que seguiría haciendo todos los días de su vida para descomprimir las vértebras. “Tuve la suerte (porque yo no soy de gran voluntad para el esfuerzo) de que si no hacía yoga cada día, me dolía todo”.

Estaba muy influido aún por el marxismo radical cuando empezó viajar a India, a Tailandia, a seguir a Taisen Deshimaru en retiros, a introducirse más y más en el zen. Esa evolución le llevó a dejar la empresa y empezaz a dar clases de yoga, a estudiar budismo, a dirigir meditación zen aquí y allá… Un día Jaume Chalamanch, que fue presidente de la AEPY de 1992 a 1995, le ofreció dar clases en su centro.

¿Te gusta dar clases de yoga en la actualidad?
Siempre me han llamado, como el año pasado que un psicoanalista al que yo había tenido como alumno en clase de yoga hacia los años 80, me encontró por la calle y me ofreció enseñar a sus propios alumnos psicoanalistas. Es gente que se lo toma en serio. Sesiones de dos horas. Les doy clases desde hace unos meses. Pero la manera en que se enseña el yoga en la actualidad es algo un poco limitado… Yo estoy más interesado en lo que se pueda hacer en el momento actual. Por algo escribí mi librito. El cambio que hay que hacer es brutal… Porque eso que cree la gente de que va a recuperar su sueldo y su trabajo como antes, me parece que se ha acabado. Y si no se acaba esta vez, será en la próxima crisis…

¿Qué quieres decir?
Creo que el yoga está tan influido por la cultura india… Diciéndolo de forma poco ortodoxa, parece que todo ha de salir de la nariz de Brahma, que siempre es así y que hay que aceptarlo todo. Y muchos enseñan el yoga así, de una forma un tanto conformista, o como para protegerse… Nos estamos cargando en planeta a velocidades increíbles. ¿Os habéis fijado que hablar de controlar el crecimiento de la población es un tabú? Del cambio climático todo el mundo puede opinar, pero de esto no. Yo cuando nací había unos 1.100 millones de habitantes en el mundo, y ahora somos más de 7.000 millones. Esto es una locura total. De alguna manera se tiene que parar ese crecimiento durante equis tiempo…

Ahora nos está pasando lo de los alemanes con Hitler: la gente prefería mirar hacia otro lado. Estamos igual; sabemos cómo estamos destrozando el planeta, sabemos que se tortura, que se deja morir a la gente de hambre… Conocer todo esto, lo que está sucediendo y hacia dónde nos lleva si no lo evitamos, es lo único trascendente que hay (ni Dios, ni Alá, ni el cosmos, ni el cielo), lo único que nos llevaría a pensar y a actuar. Ya no aguanto el rollo de que el samadhi sea no pensar. Te volverás catatónico, ¿no?

No sé cómo aguantan los terapeutas y los psicoanalista lo que yo llamo “mente hámster”: esta gente que puede destrozarse la vida a base de dar vueltas y vueltas a lo mismo, que si la madre le hizo esto, y el otro le hizo aquello… Yo menos mal que sólo señalo una ruta que uno puede hacer en el yoga, meditación, relajación… Buda antes de ponerse a predicar se lo pensó mucho, pues creyó que no le iban a entender nada, como efectivamente no entendieron mucho. Y lo mismo pasó con los Evangelios.

Huimos de las verdades incómodas
En cuanto se propone algo distinto, aunque sea evidente y todo el mundo pueda darse cuenta de ello, se dice que eso es utópico. La utopía mayor es la que está subyacente en el sistema que tenemos: que este modo de vida es sostenible. Piensa en toda India y toda China con el sistema de vida de Estados Unidos: no podrás ni circular, todo el mundo con su coche, con su yate, haciendo viajes, un derroche tremendo. ¿No es una utopía irrealizable esa de que todo el mundo tenga coche y residencia secundaria?

Insisto en que lo único trascendente que puede hacer que todo el mundo confluya y ponga en cuestión todo su rollo religioso, económico, político es que esto no puede seguir así. Lo explica muy bien el filósofo alemán Sloterdijk en su último libro: Has de cambiar tu vida. Sobre antropotécnica (Editorial Pre-Textos, 2012).

¿Y qué crees que se puede hacer, por dónde empezar?
Lo primero, que muchos millones de personas se den cuenta, tengan el mínimo conocimiento (que es posible, con los medios que hay) de que eso que estamos haciendo no puede funcionar, es imposible.

A mí todas las ideas del libro me vinieron de repente, como una revelación que yo mismo no entendía. Por esa época dormía en el suelo, y hacia las 4 de la mañana me desvelaba la inspiración, y escribía ideas en un folio. Pero ahora lo titularía de otro modo: ¿Imbéciles para siempre? Una amiga terapeuta dice que ella quitaría los interrogantes. Yo no soy tan pesimista, creo que algo podríamos hacer…

¿En qué estás pensando?
Hay una corriente de espiritualidad, tanto en el campo del yoga como en ciertas religiones, que habla de algo que me parece muy interesante: continuar la evolución. Si uno mira la historia de la vida en la tierra ve que hay como un impulso de evolución. Las sabidurías clásicas, como el yoga o el zen, sirven a esa evolución, aunque ahora la gente las utilice sólo para mejorar de la espalda o dormir mejor.

Yo soy de natural impaciente. Siempre he tenido nostalgia de futuro, nunca jamás he tenido añoranza de ningún tiempo pasado. Me encantaría que esto se moviese, que se transformara en un mundo vivible. Para ello tenemos que asumir que tú eres la mujer y yo el hombre, sin refugiarte en los otros, o en el pasado, sin quejarte, ni justificarte, ni escudarte en esa falsa humildad de que eres tan insignificante que no puedes pretender transformar el mundo… Todo esto son monsergas. Si tú no puedes arreglar el mundo, ¿quién lo va a hacer?, ¿los que todavía no han nacido?, ¿los que ya están enterrados?

Tú, lo que sientas que tengas que hacer, hazlo. Hoy puede ser el momento. Se dice que 500 años antes de nuestra era hubo un inicio de cambio en la mente humana, con el Buda, Lao Tsé (o quien fuera el autor de Tao Té Ching), los profetas de la Biblia, los filósofos presocráticos… Todos más o menos confluyeron en que hay que asumir la vida individualmente. Antes la mentalidad era de grupo, y de repente se transformó en algo así como decir: yo soy el que miro el mundo y el que ha de asumirlo.

Asumirlo y valorar el resultado de nuestras acciones…
Ahora estamos en un momento en el que vemos que no funciona lo que hemos parido y por otra parte lo sabemos todo, desde lo que dicen los chamanes hasta cómo transformar un regadío en desierto. ¿Qué hacemos con todo esto? ¿Lo seguimos etiquetando en cajones (política, sociología, economía…)? Divide y vencerás: es lo que hace que este sistema pueda continuar. Hasta se puede publicar todo a la vez: en portada, el llamamiento a mantener la industria automovilística; y dos páginas más allá, el avance de la contaminación y del efecto invernadero. Y como no te da tiempo ni a digerirlo…

Otro factor que da una visión distinta de la humanidad (y que también menciona Sloterdijk) es la metáfora del sistema inmunitario, que me gusta porque no tienes que hablar de bien y de mal. El sistema inmunitario individual es muy fuerte en su función de defender la vida. Luego viene otro sistema inmunitario que es la familia. Luego la tribu, el grupo, que rechaza lo que quiere penetrar desde fuera. Luego viene la nación, Europa, con sus muchos sistemas inmunitarios. Y no hemos llegado al momento de evolución que cree un sistema inmunitario para toda la humanidad. ¿Qué ventaja tiene esta idea? Que para que tú existas necesitas tu sistema inmunitario, pero para sobrevivir también te son necesarios otros sistemas protectores de las amenazas que vienen de fuera. Pensar en estos términos te ayuda a entender la complejidad, a ser menos simplista y maniqueo, y a no perder de vista que tú formas parte del sistema y debes asumirlo.