Vivir en los Himalayas

2014-08-28

En febrero del 2011 volví a mi casita en los Himalayas de la India, con algo de dinero en los bolsillos. Había vuelto de Barcelona donde trabajé durante seis meses en un call-center. Es difícil ganarse la vida en rupias y no me quedaba otra que volver para resolver el dilema. Escribe Uma Devi.

Himalaya

Febrero es el mes más frío aquí, a veces incluso cae nieve. Pasamos la mayor parte del tiempo sentados alrededor de un fuego, que también nos sirve para cocinar un poco de comida, así además de ahorrarnos un poco de gas nos mantenemos calentitos. Por las noches calentamos nuestra habitación con una estufa de leña, si no queremos dormir cubiertos por una decena de mantas. Aun así, no me había preocupado demasiado por el bienestar de mi marido durante mi ausencia; al fin y al cabo era un sadhu que había vivido la mayor parte de su vida a la intemperie. Admito que no me gusta demasiado pasar el invierno en estas montañas, pero este año sería más corto para mí. La primavera ya estaba a la vuelta de la esquina y así llevaba mejor las bajas temperaturas, que pueden ser bastante desagradables si se vive en una casa que no se corresponde exactamente con las normas occidentales. Pero esta vez, después de haber echado de menos a mi marido durante muchos meses, el clima frío me parecía más bien romántico.

Estaba repleta de nuevas energías, porque durante mi estancia en España mi amigo Dani, que también había vivido en la India durante varios años, se me acercó para proponerme formar parte de un nuevo proyecto, que consistía en organizar viajes alternativos a la India. Me hacía mucha gracia, porque fue exactamente así como yo misma pisé estas tierras por primera vez.

India, un país y miles de mundos

Ahora tendría la oportunidad de acompañar a otras almas viajeras que iban a percibir por primera vez la magia de la India, al igual que yo lo había hecho años atrás.

Y así, desde el corazón, nació un maravilloso proyecto llamado MilIndias. 

Lo que Dani y yo de verdad deseábamos era compartir con otros nuestras experiencias vividas en la India y darles la posibilidad de percibir la increíble pluralidad de este país tal y como lo percibimos nosotros, ofreciendo experiencias que probablemente se perderían con un viaje de un paquete turístico convencional.

Para los dos, la India marcó un importante capítulo en nuestras vidas: nos enseñó a necesitar menos y a amar más, aceptar y actuar en lugar de reaccionar.

Queríamos mostrar la India tal como es, lo cual también significa experimentar justamente lo que le toca a cada uno. Un viaje a la India es sumergirse en momentos mágicos, pero al mismo tiempo es casi imposible escaparse de sus sombras que constantemente nos va mostrando; ambos aspectos son un reflejo tuyo con el cual tienes la oportunidad de crecer como ser humano. Así pues, nuestro primer grupo llegaba en marzo y pronto iba a estar de nuevo viajando por las venas de la madre India.

Recogimos el grupo en Delhi, donde meditamos en el Gurudwara Bangla Sahib, un importante templo de la cultura Sij. El grupo era genial, compuesto por gente de todas las edades y de mente abierta, quienes estaban dispuestos a fluir con el propio ritmo de la India.

Desde Delhi cogimos un tren hacía Rishikesh para aprender de diferentes prácticas en el Festival International de Yoga. Visitamos lugares impactantes como el abandonado Beatles Ashram, invadido por la selva, y la antigua cueva donde el Santo Vashishta meditó durante años.

A menudo surgían interesantes charlas sobre el budismo y las enseñanzas de Su Santidad el 17º Karmapa, y el grupo mostró un gran interés en saber más. Así que todos juntos decidimos cancelar el siguiente tramo previsto hacia Amritsar y cambiarlo por un tren en la dirección opuesta. Nos íbamos a dirigir hacía Varanasi y Bodhgaya, dónde íbamos a tener una audiencia privada con el Karmapa.

Flexibilidad y verdadero espíritu de viaje, ¡olé!

Personalmente diría que Varanasi es definitivamente una parada obligatoria en la India. Representa muchos de los aspectos del país en un solo lugar: belleza, fealdad, devoción, magia y muerte.

Llegamos por la noche a Varanasi y el día siguiente antes de que saliese el sol nos dirigimos en la oscuridad hacia los ghats, dónde subimos en una barca para contemplar el amanecer y el despertar de la ciudad desde el sagrado río Ganges. Muy despacio la suave luz de los primeros rayos del sol comenzó a pintar los cielos de colores. Estábamos como hechizados por la energía presente y todos estaban visiblemente disfrutando del profundo silencio, solamente interrumpido por el suave chapoteo de los remos. Hasta los delfines rosados se dejaron ver, cuya existencia creía que era un mero mito hasta ese mismo momento. ¡Vivimos momentos perfectos!

Sin embargo, las expresiones de las caras cambiaron totalmente cuando el sol empezó a revelar el escenario más claramente: vacas y perros muertos flotaban sobre las aguas y pudimos ver de cerca el humo y los movimientos en los ghats de cremación, que de hecho están operando las veinticuatro horas.

Como la vida misma

De un segundo a otro la percepción de las mismas cosas y situaciones puede cambiar por completo, dependiendo de la luz que las ilumine.

Todos habíamos disfrutado al máximo de las experiencias de este viaje, fue enriquecedor en muchos sentidos. Yo aprendí que compartir y dar es algo que me hace realmente feliz. Pero esto no era mi único descubrimiento personal: también me di cuenta de que ¡estaba embarazada! Esa pequeña alma que lentamente estaba tomando forma dentro de mi ser había recibido ya tantas bendiciones y presenciado tantos lugares sagrados…La mejor manera de emprender un viaje hacia una aventura llamada vida.

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