Entrevista con Mar López: «La muerte aceptada es un proceso bello y pleno»

2013-12-09

Mar no tiene miedo a decir que este sistema sanitario que presume de alargar la vida está generando mucho sufrimiento en la muerte. Por eso creó hace ocho años la Fundación Vivir un Buen Morir con el objetivo de promover una conciencia social que nos ayude a vivir una buena muerte, mediante un acompañamiento de calidad y unos cuidados paliativos generalizados a toda la sociedad. Entrevista Yoga en Red.

Mar Lopez

Con 18 años Mar López tuvo una experiencia vital fuerte. Sus padres tuvieron un accidente y su madre quedó en coma durante cinco años. Mar vivía entre sus estudios y el hospital, entre la vida y la muerte. Cuando su madre murió no perdió la inquietud de desentrañar qué es la vida y cómo afrontar la muerte. Empezó a practicar yoga y meditación, y hoy lleva 20 años practicando meditación Zen de forma continuada. Hace ocho años pudo dejar la empresa que llevaba para dedicarse al centro de meditación que tiene en Zaragoza.

¿Cómo nació la Fundación Vivir un Buen Morir?
Es fruto de mi experiencia en la puesta en marcha de proyectos y también como meditadora. Quise crear una entidad que se dedicara específicamente a hacer una pedagogía social para que las personas tengamos un mejor afrontamiento de la muerte a nivel individual y colectivo. A nivel colectivo estamos inmersos en una sociedad que tiene ante la muerte una actitud patológica de negación psicológica compartida. Y eso genera mucho sufrimiento, a veces intolerable, en las personas que están en ese proceso de vivir su propia muerte o la de un ser querido. Y también genera sufrimiento a los profesionales sanitarios que nos toca vivir en un ambiente en el que la muerte es tomada siempre como un fracaso; en el mejor de los casos, con resignación, y en el peor, como un debate morboso o poco realista.

La Fundación Vivir un Buen Morir nace en 2007 como un espacio público de divulgación en el que serenamente las personas pueden compartir sus inquietudes, sus opiniones, sus creencias y sus experiencias, con el objetivo de legitimar un discurso social sobre la muerte, sin presiones ni debates periodísticos respecto a temas como la eutanasia.

La Fundación tiene, pues, un área de divulgación, con foros mensuales, y de formación, en la que desarrollamos un programa a fin de que personal sanitario, cuidadores, acompañantes, puedan tener orientaciones para encontrar más seguridad en sus actuaciones respecto a lo que es el buen morir.

En Madrid, se dan conferencias gratuitas de presentación del trabajo de la Fundación Vivir un Buen Morir y talleres monográficos sobre el tema en la Escuela de Yoga de Las Tablas:  http://www.escueladeyoga.org/index.php/formacion

¿Qué es un buen morir?
En las charlas de la Fundación solemos devolver la pregunta: ¿qué es para ti un buen morir? Cada uno ha de encontrar respuesta. Pero si me preguntas a mí te diría que morir en un estado de negación, de no querer que las cosas sean como están siendo, eso es sufrimiento; no querer morir cuando la vida se te agota, no es una buena muerte. Puede suceder, y es frecuente, que aunque morir sea natural y la persona que está en ese proceso lo acepte, sobre todo si es mayor, alrededor no exista esa aceptación y se luche contra esa muerte natural, lo que infringe un sufrimiento muy grande e innecesario a la persona.

¿Cuál es una buena muerte? Aquella que deriva de la capacidad de valorar realmente lo que pasa (no lo que nos gustaría que pasara), si se puede o no hacer algo para evitar esa muerte. Y si es que no, aceptar y dejar que todo lo que se despliega en el momento de la muerte, que es muy sutil, tenga su espacio. Para eso las personas que acompañan tienen que estar en una disposición de permitir irse a la persona que se está muriendo. Una buena muerte es aquella en la que los acompañantes permiten que lo natural fluya naturalmente. Más allá de eso, solo hay que observar cómo ha vivido quien muere para saber cómo le gustaría dejar la vida.

¿Cómo se puede acompañar, ayudar a otra persona a dejar la vida?
Para empezar, hay que considerar a la persona a la que estás acompañando como un ser con capacidad de decisión y sujeto de su propia vida, no importa el estado en el que esté. Mirarla a los ojos y decirle la verdad, y no forzosamente con palabras crudas, sino tal vez con el silencio. Ser auténtico, porque la persona que está en este trance capta solo la verdad. Crear un espacio físico sereno sin perturbación, sin emociones desgarradoras. Ayudar a resolver conflictos pendientes familiares o materiales para que la persona sienta que puede despedirse en paz. Si la persona ha hecho en su vida una práctica espiritual, la que sea, facilitarla, acercar a quienes le hacen sentir en paz. Promover una atmósfera donde la belleza, la autenticidad y el amor sean los protagonistas, como cuando queremos sentarnos a hacer yoga o a meditar. Con solo una persona que en una habitación de hospital se siente tranquilamente al lado del moribundo a sentir su respiración, ya va cambiando la atmósfera del lugar.

¿Y qué se puede hacer desde las instituciones, desde la sociedad para facilitar la una muerte digna?
Se extendido en los últimos años, sobre todo desde el materialismo científico, una actitud insana respecto a lo que no tiene remedio, como es la muerte. Y es una actitud de negación, de tratar a toda costa de prolongar una vida, como si fuera un desafío de nuestro narcisismo tecnológico. Y aunque se forma al personal sanitario para curar, no para gestionar la muerte, sin embargo la sociedad ha delegado en este personal esa gestión de la muerte.

Nada cambiará hasta que la sociedad en su conjunto no integre que la gestión del final de la vida le corresponde a uno mismo y no a terceros. Y hasta que los profesionales de la salud no acepten y asimilen, y esto sí que es bastante difícil, que gestionar el final de la vida no es de su competencia exclusiva, que ellos están para decir cuándo ya no se puede hacer nada para salvar una vida y proporcionar cuidados paliativos. Es decir, cuando ya se ha establecido que una persona se va a morir en un cierto tiempo, vamos a proporcionar medios para controlar el dolor y todas las ayudas a nivel físico. Pero el resto tiene que ser la propia persona, las propias familias y la propia sociedad en conjunto las que decidan cómo afrontarlo.

¿Cómo deben actuar las familias?
Tiene que haber un cambio de mentalidad de la sociedad en su conjunto. Si seguimos llevando a un abuelo moribundo al hospital, los profesionales sanitarios se sentirán obligados a evitar que le pase “algo”, y continuarán con los protocolos, pruebas e intervenciones que impidan que alguien les acuse de que le han dejado morir.

Tenemos que ser nosotros los que les digamos a los médicos, tras ser informados del estado del enfermo: déjelo ya, no le ponga (o me ponga) más tratamientos. Y que el médico pueda decir: de acuerdo. La mayoría no dicen eso porque forma parte de la mentalidad de lucha contra la muerte. Efectivamente, las instituciones sanitarias tienen mucho que hacer, pero no se va a poder hacer hasta que nosotros, en general, no asumamos nuestra propia responsabilidad frente a la muerte, la propia y la de los seres queridos.

¿Y la legislación ayuda?
Podría mejorarse, es cierto, y de hecho se ha intentado. La Ley de Muerte Digna que estaba a punto de aprobarse (quedó en anteproyecto aprobado por el Gobierno Zapatero en 2011) iba en esta dirección. Pero aún así, con la legislación que hay actualmente, se podría hacer mucho si las personas lo demandáramos. Según la Ley de Autonomía del Paciente, yo puedo decidir que no quiero seguir un tratamiento y que deseo irme a casa. Y que mi familia, mis hijos o quienes sean, respeten mi decisión de morirme en casa.

¿Por qué seguimos resistiéndonos a eso y alargando y complicando un final que tanto hace sufrir a todos?
Por seguir alimentando una ilusión, por no querer ver lo real. Sin embargo, siempre va a ser más beneficioso mirar a la verdad a los ojos. Permitir que en los últimos días u horas de tu vida seas quien eres realmente, tiene en sí mismo un dinamismo tendente a la felicidad y a la plenitud. El mayor don que se le puede hacer a alguien que se está muriendo es acompañarle en ese proceso de abandono, de soltar, de despedir.

No comprendemos la muerte, no la podemos aprender ni concebir. Pero sí la podemos experimentar acompañando a alguien que muere desde la aceptación plena. Y lo que experimentamos es belleza, plenitud no exenta de tristeza, como ante todo aquello que es genuino y trascendente. Pero no podemos admitirlo, pues se supone que tenemos que quedarnos muy mal y muy tristes.

Pues uno de los objetivos de la Fundación es crear espacios públicos donde eso se pueda decir abiertamente. Y esa experiencia plena de acompañamiento en una buena muerte que tú has tenido, corroborarla con otros, y que cada vez más personas legitimen su derecho a vivir la muerte propia y la de sus seres queridos en mejores condiciones y con más consciencia y más respeto.

El mensaje de la Fundación es bien simple: existen condiciones que pueden ayudar a no añadir sufrimiento a la persona que se está muriendo. El sufrimiento al que estamos sometiendo a nuestros abuelos, alargándoles el proceso, es una tortura. Yo no tengo miedo de ponerme enfrente de cualquier auditorio para decir que la Fundación es un espacio que promueve el buen morir. Y no estoy hablando de eutanasia o sedación, que también podemos hablar, sino de reflexionar todos juntos y que cada uno exprese su posicionamiento.

La Fundación también se dedica a la formación. ¿A quiénes va dirigida?
A cualquier persona que tenga la inquietud y la motivación necesarias. Nuestros cursos los suelen hacer auxiliares de clínica, de residencias o de ayuda a domicilio, enfermeros, médicos, psicólogos, como parte de su trabajo. Además se hacen dos retiros anuales donde se aprende a cambiar el enfoque sobre la posición subjetiva de alguien que se está muriendo, para ver qué está sintiendo y experimentando. Yo siento que si no se hace este trabajo de afrontamiento cuando uno está pleno de energía y de vida, difícilmente sabremos aportar una calidad de presencia y acompañamiento ante la muerte.

Declaración de Voluntad Vital Anticipada o Testamento Vital

La Fundación Vivir un Buen Morir te anima y te ayuda a hacerlo. Este documento se registra en tu comunidad y se une a tu historial clínico, donde puedes cambiarlo tantas veces como quieras.

¿Qué valor tiene? “Que, para empezar, ya enfocas el asunto en primera persona -contesta Mar López-, que eso ya te cuesta, porque significa plantearte tu propia vida, tus relaciones. ¿A quién quiero poner de representante que me interprete? Habría que hablarlo, y eso ya significa vencer resistencias y prejuicios. Pero merece la pena porque se descubren aspectos de las personas de los que no se suele hablar. Es una oportunidad de entrar en una relación más auténtica y de darle un valor a la vida. Un acto de generosidad y de amor por uno mismo, por la familia y por las instituciones sanitarias. Es algo a promover”.

Más información: http://www.vivirunbuenmorir.es/serviciosA.asp