El laboratorio emocional

2016-11-14

Reproducimos este interesante artículo del blog ‘Sin las nubes no sería lo mismo’, escrito por Ana Ballesteros: “La forma en la que manejamos nuestras emociones está directamente relacionada con la felicidad que experimentamos. Cuanto más trabajemos en la comprensión y la gestión de nuestros estados emocionales más conscientes seremos y, por lo tanto, más felices».

Foto: ©Can Stock Photo / chrisharvey

Foto: ©Can Stock Photo / chrisharvey

Y sigue escribiendo Ana Ballesteros, periodista, profesora de yoga y terapeuta transpersonal:

Es natural que sintamos emociones como la alegría, la tristeza, la ira, el miedo, etc. Lo antinatural es que se activen en situaciones en las que no nos prestan ningún servicio o que no se desactiven cuando ese servicio ya se ha prestado.

El término emoción viene del latín emotĭo, que significa “movimiento o impulso”: es aquello nos mueve hacia algo. Una emoción nos puede alejar de una situación de peligro, acercarnos a otro ser humano, dirigir nuestra atención hacia una causa, distraernos de nosotros de mismos… Lo que hagamos con esa respuesta emocional natural para la que estamos genéticamente programados condicionará enormemente la calidad de las experiencias y las relaciones interpersonales que mantengamos. Cuanto más consciente sea el manejo de nuestro mundo emocional más satisfactorias serán las experiencias y más profundas y enriquecedoras las relaciones.

Un factor clave en la gestión emocional consiste en empezar a detectar aquellas señales que nos indican que vamos camino de no poder manejar con conciencia nuestros estados interiores. De ahí que la técnica fundamental del manejo emocional sea la observación. El trabajo consistiría en reconocer cómo se activan, se desarrollan y se enquistan nuestras emociones, y qué papel juega la mente en ese proceso.

A las emociones hay que aproximarse con curiosidad y paciencia. Aprender a gestionar las emociones es un proceso lento y muchas veces frustrante, pero enormemente eficaz y satisfactorio. Las emociones son la ventana hacia nuestra libertad personal, y el logro de esa libertad interior puede ser una motivación importante para realizar el trabajo. Solo manejando nuestras emociones podremos ser capaces de atravesarlas y descubrir el tesoro que se esconde más allá del tumulto emocional, que no es otro que la serenidad y la paz interior que se experimentan independientemente de lo que suceda dentro o fuera.

Cuando el velo emocional empieza a debilitarse empezamos a ser capaces de observar nuestras emociones como estados pasajeros que no nos arrastran. Aunque nos sintamos tristes o alegres, mantenemos el contacto con un oasis de paz en nuestro interior. Se trata de empezar a estar tranquilos “a pesar de” las emociones y dejar de ser arrastrados por impulsos que drenan nuestra energía y vitalidad y que crean multitud de conflictos con nuestro entorno y en nosotros mismos.

Se puede estar triste y tranquilo. Se puede estar entusiasmado y tranquilo. Se puede estar iracundo y tranquilo. Pero nada de eso puede descubrirse leyendo un libro o escribiendo artículos. La única vía para conseguir ese dominio interior que nos permita liberarnos del yugo emocional y experimentar las emociones de forma “sana” es la observación. Nosotros somos el laboratorio en el que realizar experimentos, pruebas, investigaciones, comprobar resultados, corregir variables, cambiar proporciones, efectuar diagnósticos o modificarlos. Nadie puede hacer ese trabajo por nosotros y nunca podremos conseguir resultados fiables y eficaces sin pasar antes por ese proceso.

Leer este artículo y otros igualmente interesantes en Sin las nubes no sería lo mismo