Entrevista con Juan Arnau: «En un mundo irreverente y frío, hace falta un poco de devoción»

2016-06-20

Se acaba de publicar su amena traducción de la Bhagavad Gita, un libro de «autoyuda» de 2.400 años de edad que nos enseña a frenar nuestros deseos y a pensar bien. «Pensar mejor ya es hacer un mundo mejor», afirma Juan Arnau. Es una entrevista YogaenRed.  

Juan-Arnau

Juan Arnau es filósofo y escritor, especialista en filosofías y religiones orientales. Ha sido profesor de la Universidad de Michigan y en la Universidad de Barcelona. Entre sus obras destacan: Fundamentos de la vida media, Leyenda de Buda, La palabra frente al vacío, Cosmologías de India,  Antropología del budismo, La medicina india. Según las fuentes del Ayurveda, Manual de filosofía portátil, El efecto Berkeley o La invención de la libertad.

Recientemente presentó su traducción de la Bhagavad Gita, una obra que revela la lección de cómo vivir y actuar en el mundo y que ofrece pistas sobre el sentido de la vida, al mismo tiempo que traza un mapa de caminos que incluyen diferentes inclinaciones humanas: el camino de la acción desinteresada, el del conocimiento y el de la entrega.

A propósito de la traducción de la Bhagavad Gita, ¿qué te movió a hacerlo, qué pretendiste aportar de nuevo a este texto clásico infinitamente traducido a lo largo de los años?

Desde Méjico me pidieron un artículo para un libro colectivo sobre la Bhagavad Gita. Yo venía de hacer un artículo exhaustivo sobre la filosofía Sankhya, publicado en un libro llamado Cosmologías de India, editado por el Fondo de Cultura Económica, ­­y tengo una visión del mundo que encaja de algún modo con la filosofía Sankhya.

Empecé a leer el texto de la Gita y me di cuenta de que el trasfondo filosófico de la obra, lo que hay detrás de la narración de Arjuna y los consejos de Krishna, era la cosmovisión Sankhya. Entonces vi la necesidad de hacer una nueva versión desde esta perspectiva. Traté de que fuera una traducción muy leíble, con cualidades literarias, que no fuera tortuosa como son la mayoría, porque tratan de ir verso a verso. Yo hice una traducción continua, sin notas, pensada para que el lector disfrute.

Visto desde tu perspectiva de filósofo y profesor, ¿a quiénes crees que puede interesar hoy la Gita y por qué?

Como texto clásico, está siempre vigente. Es un texto que permite sucesivas lecturas a través de las diferentes épocas y los diferentes intereses de cada época. En el contexto histórico en el que vivimos, es un texto que hace referencia a modos satisfactorios de vida, en los que uno puede alcanzar ciertos momentos de plenitud o de autoconciencia que puedan ser nutritivos desde un punto de vista espiritual.

En este sentido, el libro está lleno de consejos para vivir, a modo de un manual de instrucciones para la vida y que nos puede organizar ese bosque que llamamos espíritu o atman.

Es curioso, porque sería algo así como un libro de autoayuda escrito hace más de 2.000 años…

2.400 años. Sí, es un texto donde se enfatiza la necesidad de actuar en el mundo. No es un libro de retiro, de apartamiento del mundo, sino de compromiso con el mundo y con sus industrias, con las cosas que emprendemos, pero con un estado de la mente desprendido de los resultados que puedan acarrear esas acciones.  El énfasis de la obra es que hagamos las cosas pero viéndonos a nosotros mismos desde fuera con cierta distancia.

Es una visión muy interesante y que sería muy útil aplicar en nuestros días. ¿El campo de batalla de la Gita son ahora las crisis personales y sociales?

Claro, y en un contexto más amplio, la cosmovisión. Vivimos una cosmovisión materialista, donde el ser humano es concebido en general como una marioneta biológica, a merced de todos los procesos que ocurren en el cerebro. La Bhagavad Gita en este sentido nos abre un horizonte de libertad.

He escrito hace poco un libro que se llama La invención de la libertad y sostiene que es posible la libertad para el ser humano. Uno puede ser una marioneta de sus deseos pero también puede distanciarse y reírse un poco de ellos. Esta es la propuesta radical de la Gita y de La invención de la libertad, es decir, ver nuestros deseos de un modo un poco irónico, filosófico y con cierta distancia.

¿Dónde queda ahí, en ese distanciamiento tan saludable, el discernimiento, el desarrollo del propio criterio, que parece tan fundamental?

El distanciamiento nos induce a cierta calma y también a la contemplación, a detenernos a contemplar, a frenarnos. Hay un episodio de la leyenda de Buda que a mí me gusta mucho que se refiere al forajido Angulimala, que dominaba un bosque en el que nadie se atrevía a entrar. El Buda un día entra en él y entonces Angulimala le ve avanzar por un sendero y se siente ofendido, porque está poniendo en juego su reputación de malvado. Entonces empieza a perseguir al Buda, que sigue caminando mientras Angulimala va detrás corriendo, y cuando más corre ve que el Buda se aleja más. Entonces le grita: “Detente, forastero”. Y entonces el Buda le responde: “Yo ya me detuve hace mucho tiempo. Detente tú”.

Una de las enseñanzas que podemos sacar de este texto es la de aprender a detenernos, a frenar esos deseos que nos mueven y nos llevan de aquí para allá, siempre con prisas y con estrés.

Una vez detenidos, podemos razonar mejor.

Exacto. Ese detenernos a contemplar permite pensar mejor. Y desde una perspectiva india en general y budista en particular, pensar mejor es hacer un mundo mejor. No hace falta ejercer tantas actividades, sino que el ejercicio fundamental es cultivar la mente. El pensar bien ya es hacer un mundo mejor.

Eso está muy bien porque en Occidente tendemos a pensar que el compromiso es hacer, incluso antes de pensar.

Exacto. Y la cultura mental es fundamental para mejorar el mundo. Desde la perspectiva india, el mundo tiene una naturaleza mental de la no se pueda separar. No es que solo sea mente, pero sí que el componente mental está imbricado con el componente material o físico. Y en esa imbricación, el trabajo mental es fundamental para mejorar el estado de cosas del mundo.

Sin embargo, existe la idea generalizada de que en Oriente interesa menos la razón, el intelecto, que en Occidente…

Esta es una idea auspiciada por Hegel, y nunca nos hemos desprendido de ella. Es una idea eurocéntrica que se repite una y otra vez y es absolutamente falsa. Yo he investigado algunos temas de lógica en la India antigua. El razonamiento lógico y discusivo se ha ejercido mucho y en profundidad en la cultura india antigua y oriental en general.

Otra cosa es ese distanciamiento y desconfianza respecto a lo lógico y lo discursivo en general. En Europa y en Occidente el lenguaje está sobrevalorado; pensamos que todo lo que no se puede reducir a lenguaje es irracional. Y ese es un argumento irracional en sí mismo.

En cierto modo, la Bhagavad Gita es un libro de ética, en cuanto que habla de los principios generales que deben guiar la acción correcta. ¿Por qué se envuelve de mística?

Porque ética es un palabra moderna, y la denominación antigua de este tipo de pensamientos seria sabiduría o enseñanzas. Pero, como hemos dicho, la Bhagavad Gita es un manual de instrucciones para la vida y es una ética. Lo que resulta más significativo y original es que no es una ética única, sino que se describen y prescriben tres vías generales posibles. O sea que no todos debemos seguir el mismo código ético, sino que en función de nuestro temperamento y de lo que somos. Podemos seguir la vía de las industrias y el emprendimiento, que sería la que más encajaría en este potcapitalismo en el que vivimos, en el que todo es trabajar y producir. Hay otra vía que es la de la devoción, que es más contemplativa, y una tercera vía que es la del conocimiento, la filosófica, la del discernimiento. Hay la posibilidad de esos tres grandes caminos.

Eres experto en traducir e interpretar ideas y conceptos para trasladarlos a nuestro mundo actual. ¿Cuál seria hoy día la equivalencia de dharma?

Dharma sería en cierto modo la ley cósmica pero también una ley moral, y en este sentido se parece mucho al Tao. Y también es camino y al mismo tiempo es la enseñanza. Por tanto, el concepto hace referencia a esa implicación mutua que hay entre el universo, el alma humana y los modos de vida adecuados, en armonía con el cosmos y el entorno social. De ahí que dharma sea un término que se aplique tanto a los deberes sociales como al orden cósmico como a la propia trayectoria individual.

¿Y cuál sería la equivalencia hoy día de karma?

El karma es una ley que se refiere a las acciones de los seres y que nos dice que todo lo que hagamos va a tener unas consecuencias, y que lo que somos es consecuencia de lo que hicimos en el pasado. O sea que el karma es la ley de conservación de la actividad humana, de la actividad consciente. Cada cosa que hacemos deja una traza en nuestra mente que va a condicionar lo que hagamos en el futuro. Igual que hay una ley de conservación del mundo físico, hay una ley de conservación de la actividad humana o consciente, que es la ley del karma Nada de pierde en este mundo.

¿Cómo interpretaríamos hoy el concepto de bhakti o devoción, en una cultura como la nuestra en la que el sentido tradicional religioso del término chirría un poco?

La devoción es muy importante, lo que pasa es que hay algunas formas de devoción que están un poco asotanadas, y en Occidente y Europa hemos acabado un tanto hastiados de ese dominio clerical que ha habido durante tantos años.

Pero la devoción es un estado de empatía, de identificación afectiva  con algo que nos trasciende, y en ese sentido la Gita es un texto muy devocional y muy recomendable, porque esa identificación afectiva es una fuente inagotable de alegría. Y es algo que cada uno debe cultivar; cada uno ha de buscar el modo de devoción que más se adecúe a su temperamento y su forma de ser.

Nuestro mundo es un mundo irreverente y frío, y un poco de devoción hace falta. Ya sé que esto suena algo raro, y lo entiendo, porque yo también soy un producto de la modernidad, pero una actitud reverencial, empática hacia algo que trasciende este universo, nos haría mucho bien.

Y también quizás nos haga bien profundizar más en las cosas, huir de quedarnos en la superficie y en la apariencia.,,

Y huir también del frenesí de nuestros deseos, que nos están empujando constantemente a conseguir cosas. Un frenarse como se frenaba el Buda cuando le perseguía el ladrón.

Eres experto en budismo, pero no eres budista, ¿por qué? ¿Qué significa para ti la religión y los dogmas?

Sí que soy budista intelectual y mentalmente, es decir, mi cultura mental está marcada por el budismo, pero no participo ritualmente del budismo. Siempre digo que cuando investigamos este tipo de tradiciones uno ha de tener un pie dentro y un pie fuera: un pie dentro para hacer posible la empatía y la identificación afectiva con aquello que se estudia, que es fundamental, y un pie fuera para tener un ojo crítico y una distancia. En ese sentido, mi visión del mundo es muy budista. Cuando escribí el Manual de filosofía portátil, en el que hay un personaje que es un filósofo que cuenta cómo ve la tradición filosófica oriental, quise que fuera budista. Y mi mirada del mundo también es budista, aunque ritualmente no lo practique.

Hay bastantes casos que conozco de estudiosos del Islam que se convierten en islamófobos; esto es dramático, para sus propios estudios y sus propias vidas. Odiar el objeto que estudias, no amarlo, es desastroso para tu propia vida y para el resultado mismo de tu investigación.

¿Y a la inversa, amarlo demasiado hasta entregarte al dogma…?

Te puede embobar, hacer perder el ojo crítico. Conviene pues una vía media, como dicen los propios budistas, entre el amor entregado y la crítica despiadada. Hoy se valora mucho la crítica despiadada, cuando se podría hacer una crítica empática.

¿Qué opinas de las religiones y de los dogmas?

Las religiones son entramados simbólicos a los que uno se puede adherir, o incluso agarrar, para ordenar su experiencia del mundo. Vivimos en un postcapitalismo muy caprichoso donde la gente hace religiones a la carta. Mi experiencia general es que a la gente le sienta mejor adherirse a una religión ya creada que hacerse su propia religión a la carta, porque la final acaba siendo una religión de capricho propio, y eso no ordena al ser humano, no ordena las emociones, no le orienta en su inteligencia de la vida. Por eso yo personalmente, aunque no profeso ninguna religión en particular, creo que le va mejor a la gente que se disciplina frente a una determinada cosmovisión, pues ese plegarse a unas creencias conlleva una cierta humildad, que no que ir mariposeando de todas las creencias.

¿Dónde está ahora tu mente, en qué estás trabajando?

En cuestiones relacionadas con el inmaterialismo. Hay un gran filósofo budista irlandés, George Berkeley, que hizo una filosofía inmejorable en torno a lo inmaterial. Yo hice un libro sobre este filosofo que se llama El efecto Berkeley, una obra muy querida por mí, y estoy profundizando en esta visión inmaterialista. Tenemos un conocimiento más o menos exhaustivo sobre la materia; no creo que se pueda profundizar mucho más en lo material, y ya es hora de profundizar en la naturaleza de lo inmaterial.