Historias para compartir/ Ecuanimidad, esa gran desconocida

2015-02-23

¿Habéis oído alguna vez la palabra ecuanimidad? La he incorporado a mi aprendizaje y a mi filosofía hace unos meses. Aunque ya desde hace tiempo la venía practicando en algunas cosas de mi vida, no sabía exactamente qué nombre ponerle a esta actitud. Escribe Déborah Sáez Del Valle.

equilibrio

Mi maestro de Yoga, Gleb Loginov, nos la transmitía en cada clase en cada momento. Gleb no nos enseñó solo a hacer asanas; nos enseñaba a vivir. Ecuanimidad en la asana más complicada, ecuanimidad a la hora de la comida y ecuanimidad en la ecuanimidad.

Gleb me transmitió la ecuanimidad como una actitud de «fuera rollos», de no apegarse a emociones, de mantener una actitud equilibrada ante cualquier experiencia positiva o negativa que nos suceda; nada de fanatismos ni de dramas, nos decía.

La definición reglamentaria y seria, por así decirlo, de este término, hace referencia a la imparcialidad de juicio y a la igualdad y constancia de ánimo. Lo ecuánime está vinculado a lo justo. La justicia es lo que debe hacerse de acuerdo a la equidad, la razón y el derecho.

Pero hay otra forma de entender esta palabra que en mi opinión es más fiel a su naturaleza y que contempla el término con un poco más de vida y proyección holística. Voy a intentar explicarlo basándome en lecturas y en mi propia percepción y vivencia del concepto.

La ecuanimidad es una energía muy potente. Ser ecuánime es ser imparcial, es demostrar un ánimo estable ante lo que nos sucede en la vida, tener una mente firme e imperturbable cuando alguien nos dice algo bonito o por el contrario cuando nos insultan. Es típico que cuando nos dicen lo bien que hacemos las cosas nos sentimos súper emocionados y simpatizamos irracionalmente con quien nos lo dice, y, al contrario, si alguien habla mal de nosotros ya no queremos saber nada de él… Tan solo es saber digerir estas experiencias de manera equilibrada y consiente.

Una persona ecuánime no se aferra ni rechaza nada, esto quiere decir que su actitud es de recibir, de apertura. El objetivo de la ecuanimidad es no perder nuestra estabilidad interior.

Además la ecuanimidad también es ser compasivo, no tiene nada que ver con ser frío ni desinteresado o insensible hacia algo o alguien. Es saber ver las cosas objetivamente, aceptar el ritmo de la naturaleza.

Para ser ecuánime tienes que asumir que todo fluye, que el cambio, el inicio y el final forma parte de la vida. Eso de que seremos amigos para siempre o voy a estar contigo para la bueno y lo malo toda mi vida hasta que la muerte nos separe… ¿os suena?

Ecuanimidad es ser libre del pasado y del futuro en la medida de lo posible.

Para vivir libre del tiempo es necesario practicar la quietud mental, que no es otra cosa que centrarnos en lo que estamos haciendo ahora, en el momento. Esta actitud nos hace más receptivos al misterio de la vida, nos hace estar disponibles y abiertos a lo que pueda sucedernos. Contribuye a aumentar nuestra seguridad y confianza no solo en nosotros, sino en la vida misma y en los demás. Nos hace dejar de hacer responsables a terceras personas de las cosas que vivimos y sentimos.

Cuando una persona se cierra en banda juzgando y opinando sobre las experiencias que ve fuera de ella, su existencia se empequeñece. No está abierta a la vida, a otras formas de ver, sentir o hacer las cosas. No rechacemos el cambio; en el cambio y la diferencia está la evolución y la riqueza de la existencia.

Cuando aceptamos que todo puede ser válido aunque no estemos de acuerdo con ello, es cuando podemos aprender a relacionarnos no en la vida, sino con la vida, porque es ella la que nos hace estar aquí leyendo esto.

El ser conscientes del ahora y el conocimiento son la base de la ecuanimidad.

Cada día puede haber cosas que no salen como a nosotros nos gustaría, pero también hay otras cosas alrededor que son positivas y preciosas y no somos conscientes de ellas.

Practicar la ecuanimidad te va a regalar tranquilidad, felicidad, tiempo. Tiempo para ti y para la gente que quieres y que no quieres; felicidad en cada momento del día encontrando esas pequeñas cosas que son preciosas; y tranquilidad porque tu corazón, tus músculos, tus neuronas sufrirán menos estrés- Y todo esto se retroalimenta, por lo que al final te convertirás en un ser libre y feliz.

Yo intento aplicarme la ecuanimidad en mi vida en cada momento; a veces lo consigo a veces no, pero cuando lo logro no significa que sea una persona fría a la que le den igual las cosas, no. Simplemente que relativizo e intento equilibrar las vivencias estando abierta, tranquila y en contacto con mi ser.

Os animo a practicar esta actitud un poquito cada día en cositas sencillas, y ya veréis como os cambia la vida.

Os dejo un pequeño adelanto en fotogramas de una película que habla muy bien de la ecuanimidad. Se llama «Primavera, verano, otoño, invierno y otra vez primavera». Os animo a que la veáis.

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=VgmEgrX5aWc[/youtube]

Dedico este artículo a mi Maestro Gleb Loginov. http://www.escuelahathayoga.com/

Déborah Sáez Del Valle

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