La tiranía de las expectativas

2014-03-28

Quizás tu también, sin darte cuenta, estas sufriendo las múltiples formas que las expectativas tienen de socavar la felicidad en tu vida. Es como una plaga de langostas que se come los campos de maíz, a punto para la cosecha. Nos hace sentir irritados, decepcionados, desilusionados… porque queremos más o distinto. Por Koncha Pinos-Pey para Espacio MIMIND.

Expectativas

Gema vino y empezó a contarme todas las buenas noticias que tenia, desde la última sesión. “He conseguido el trabajo que quería, y mi marido finalmente ha logrado superar sus diferencias con el socio”. Sin embargo, había algo terriblemente triste en su voz. Era como si estuviese contando algo secretamente, al que no se atrevía a confiarme. Por un lado me estaba diciendo que habíamos progresado mucho en la terapia, pero más allá de eso yo sentía su dolor.

Gema es una estudiante de mindfulness y compasión; desde hace más de un año viene a meditar regularmente. Hemos pasado muchas horas ya en el cojín, y hemos explorado cómo creamos nuestro propio sufrimiento a través de un ciclo interminable de deseo y apego.

Ella en su relato me estaba exponiendo claramente cómo surge el sufrimiento. Lo que había deseado tanto se había cumplido, y parecía que tenía las llaves del Ferrari de la felicidad. Si tenía el trabajo de su vida, sería feliz… pero no había hecho más que beber de la fuente de la insatisfacción. Cada vez que Gema tenía lo que quería, se sentía triste y decepcionada consigo misma. En respuesta a sus logros, sus expectativas crecían, y la rueda del sufrimiento volvía a girar.

Quizás tú también, sin darte cuenta, estás sufriendo las múltiples formas que las expectativas tienen de socavar la felicidad en tu vida. Yo lo llamo ‘el tirano de las expectativas’. Es como una plaga de langostas que se come los campos de maíz, a punto para la cosecha. Nos hace sentir irritados, decepcionados, desilusionados, actuar con ira o simplemente a tomar caminos equivocados… porque queremos más. Las expectativas son tan agudas que pueden persistir si no hacemos algo por transformarlas. Incluso aunque uno tiene todas las pruebas de que es una buena persona, inteligente y capaz, tiene ganas de seguir demostrándolo.

Lo peor del virus de las expectativas es que, a pesar del sufrimiento que causa, no se deja ver. Claro que a veces somos conscientes, pero es como si las expectativas corriesen una carrera aparte de la nuestra. Hasta que no se tiene una conciencia aguda de estar poseído por las expectativas, no se puede trabajar terapéuticamente en ellas. Estos momentos de decepción aguda que experimentas son fruto de horas de insatisfacción no identificada, impaciencia, tensión, estrés que ni siquiera habías percibido.

Las expectativas pueden tomar muchos caminos: lo que esperamos de nosotros mismos, lo que otros esperan de nosotros, lo que nosotros esperamos de ellos. Podemos tener expectativas altas, bajas o incluso negativas. Puedes tenerlas grandes o que sean miles de pequeñas islas como la Polinesia: pequeñas expectativas que un día se asocian y salen a la carga. Las grandes expectativas tienen carril propio, y son el resultado de los esfuerzos a los que nos sometemos los humanos. A medida que aprendemos a liberarnos de las expectativas más grandes, se puede seguir con las más pequeñas. Podemos estar esclavizados por lo que se define como “una buena relación”, ser “una buena persona”, o una identidad. Es más que probable que esperes de ti un comportamiento correcto: en la manera que “tú sabes que es correcto”, y además para agravarlo quieres que los demás te traten de manera similar. Estas expectativas son todopoderosos secretos.

Podemos pensar por un momento en la cantidad de sufrimiento -tuyo y de los demás- que acumulan estas expectativas no reconocidas. Sin atención en la elección no podemos ni siquiera valorar por qué hacemos las cosas.

¿Cómo liberarse de las expectativas?

En los retiros de meditación o de yoga que he asistido siempre aparece el tema de encontrar la libertad y liberarse de la expectativa. Por algo será. Pero cuando le pregunto a alguien cómo ha hecho para liberarse de las expectativas, no hay una respuesta clara… silencio, vergüenza, culpa. Será porque asusta contar la cantidad de expectativas fallidas que comporta intentar liberarse de las expectativas.

Me gustaría dar buenas noticias: no es tan difícil dejar de sufrir la tiranía de las expectativas. Ya sé que es una de las zonas más problemáticas de la vida; os habla una hiperperfeccionista. Pero hasta yo con un poco de esfuerzo he logrado más calidad de vida. Primero hay que bañarse en el mar de las expectativas, observar cómo se manifiestan en tu vida, y ser capaz de acceder a otra forma de abordar el futuro.

Las expectativas son el resultado de lo que en budismo conocemos como “mente depredadora”. Esta es la mente que quiere y quiere: deseo, aversión, ansiedad, ilusión, solidez, control… lo quiere todo en un mundo que es continuamente cambiante. Y además cree tener una identidad independiente. Sabiendo eso, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos liberarnos de las expectativas? La respiración consciente o atención plena lleva a la persona al momento presente, utilizando el discernimiento para saber lo que es verdad, pero sin caer en el juicio, porque sería otra forma de expectativa, la más tirana.

Ábrete a las posibilidades

Una cosa que debes saber es que nuestra mente siempre está trabajando con millones de posibilidades. No hay una única solución a un problema. Por eso está bien trazar la diferencia entre expectativas y posibilidades. Expectativas es algo que presume un cierto resultado basado en el futuro; se encargan de limitar las posibilidades, estrechar las opciones y nublar la imaginación, creando tanta presión en la mente que consume el poco bienestar que tenemos. Nos hacen rehenes de un futuro que puede o no suceder. Las expectativas crean rigidez en la vida, y nos hacen reaccionar impulsivamente ante cualquier cosa que percibimos como una amenaza, a ese futuro que “creemos merecer”.

¿Cómo saber que estamos controlados por las expectativas? Pues cuando estamos viviendo la vida en un contenedor y no somos libres en el momento presente. Cuando no se puede ya ser feliz con una puesta de sol, con la espuma del mar o con el calor de la mano de tu hijo entre las tuyas y todas las experiencias las interpretas en función de un futuro esperado. ¿Esto es ser esclavo o no?  Negar la verdad de la vida es lo más absurdo que existe y además tiene unos costos muy elevados

Por oposición, las posibilidades o oportunidades se basan en el momento presente, en el que estoy vivo: aquí y ahora. Tú vives en el momento presente, en base a tus valores, que reflejan tus preferencias para el futuro, pero el futuro ya sucederá, porque hagas lo que hagas el futuro siempre será incierto. Estar abiertos a las posibilidades es reconocer que lo que tú crees que puede ser bueno en el futuro… o puede no serlo. Porque quizás el futuro que habías diseñado te traería desgracia, felicidad o muerte…. quién sabe. La verdadera alegría es nada más que estar disponible y presente para este momento.

Vivir una vida abierta a las posibilidades es mucho más que una petición; es una oración, un acto de compasión y un derecho. Tu bienestar no depende del futuro. Tu mente está abierta e inspirada leyendo esto en este momento, eso es vivir. Por lo tanto, hay que admitir que nunca tendrás más acceso a la imaginación y a la intuición que ahora. Tu mente está clara, no está reactiva, y puedes tomar mejores decisiones.

Esta capacidad de responder hábilmente a los cambios y no reaccionar a ellos es la principal diferencia entre sentirse libre o estar atrapados en el sufrimiento de la vida. A menudo observo que mi mente se pone reactiva cuando los otros actúan de una determinada manera. Entonces agradezco el regalo de observar mi mente tirana. Cuando me siento decepcionado, herido, perdido, enojado, derrotado, humillado, todo eso tiene que ver con las expectativas.

Esperando el tsunami

Al pretender liberarte de las expectativas es probable que te encuentres con desafíos más grandes aún. Puedes ser uno de esos meditadores que dicen: “Yo no tengo expectativas; eso ya lo aprendí y lo practiqué, en la vida profesional o espiritual».

Cuando me encuentro con esas personas, que son capaces de hacer unas afirmaciones tan categóricas, estoy frente a la presencia excelsa de la negación. Por lo general tiene raíces en las decepciones del pasado:  el miedo de tener expectativas es tan grande que ya no te quedan ni las expectativas. Grandes, gigantes expectativas se ocultan detrás de ese miedo, acompañadas de un sentir exagerado de “si no puedo tener lo que quiero, no quiero nada”. Lo que te estás haciendo a ti mismo es negarte toda posibilidad.

Cuando no eres auténtico contigo mismo, es imposible ser auténtico con los otros. Cuando tú te estás negando la existencia de expectativas, estás limitando la posibilidad de participar activamente en la verdad de tu vida… momento a momento. Impidiendo el acceso al poder de la compasión y el amor de las personas que te rodean. Puede sonar muy “liberado y moderno” decir que no quieres tener pareja estable, o que ya has superado las expectativas de que tu hijo triunfe o no… pero si investigas un poco, verás que lo que estás haciendo es negarte a ti mismo el acceso a las posibilidades.

Muchas personas luchan y trabajan por transformar las expectativas negativas en su vida. ¿Puedes ya ver la diferencia entre reaccionar o no cuando no te salen tus planes? Esto no quiere decir que tu mente no siga creando inconscientemente expectativas una y otra vez -nadie te pide que seas perfecto, eso sería otra expectativa-. Pero la razón para seguir practicando ser consciente de las expectativas es ser compasivo contigo mismo, y cuando te sientas que estás en sus garras, hábilmente abandonarlas. Puedes tener expectativas, pero no ser su esclavo. Esta es la auténtica liberación de la expectativa: tener mente de principiante, afrontar día a día la tarea de empezar de nuevo. Cuando te des cuenta de que estás creando expectativas o te hallas atrapado en ellas, puedes ver el sufrimiento que representa y cortar antes de que empiece de nuevo la rueda a dar vueltas.

Atento a la expectativas espirituales

En muchas formaciones, retiros de meditación o yoga, trabajamos el tema de las expectativas. Muchas personas dicen: «No era lo que esperaba” o “Era más de lo que esperaba”. Cuando llegamos a un lugar, siempre vamos dominados por las expectativas, esperamos ser mejores que antes. Tales premisas supondrían que sabemos lo que estamos buscando, que lo agradable y lo bueno esta allí, y que solo tenemos que llegar y “cogerlo”, cuando en realidad es más bien todo lo contrario. A menudo no es la serenidad lo que necesitamos, sino poder transformar la tormenta. No es difícil ser bueno cuando todo va bien, pero ser diligente y compasivo cuando todo va mal es otra cosa. Para eso vale el entrenamiento, para poder estar en el tsunami.

Parte de las prácticas de la atención plena consiste en trabajar las expectativas que tenemos sobre nosotros mismos: juicios, conceptos, impaciencia, fracasos. Es muy fácil caer atrapado en el “materialismo espiritual” cuando las ganas de tener experiencias especiales son como un lobo devorador. Buscamos tener estados alterados de la mente, iniciaciones, señales… cualquier cosa que nos garantice que estamos en el camino correcto. Pero la cosa es más sencilla: podemos ser recompensados en la vida solo porque somos buenas personas. Podemos ser simplemente buenos estudiantes siendo sencillos. No hace falta desear tener poderes mentales, ni que la voluntad se manifieste, ni sentirse más que otro. Todos estos son ejercicios de la ilusión de la mente, y son creados por las expectativas para tiranizar nuestra vida.

Todos deberíamos estar atentos a las expectativas ocultas. Cuando descubras una, no te juzgues a ti mismo, sino más bien date mucha compasión. El propio Buda fue visitado en varias ocasiones por Mara, que le tentaba con las expectativas. Su única respuesta fue: “Te veo Mara, sé quién eres”, y se dice que al final Mara se fue derrotado.

Las expectativas no tienen que ver con la autodisciplina. No hay que caer en el nihilismo de porque no hay expectativas, no hay esfuerzo. La diferencia clara es entre vivir en los valores o vivir pendiente de los resultados concretos; pero también la importancia de hacer un recto esfuerzo o recto sacrificio y poder experimentar la disciplina moral que comporta. Cualquier acción realizada en el recto esfuerzo se multiplica por ocho. La diferencia es poder elegir el nivel de esfuerzo sin esperar resultados, aprender a tener paciencia, a mejorar y equilibrar. No se puede controlar el resultado de las acciones.

Viviendo en el presente

Las historias de muchos grandes yoguis y meditadores no son fáciles ni gloriosas; muchos han tenido que tragarse sus expectativas para desarrollar la paciencia, perseverancia, sacrificio y amor incondicional. Esto no quiere decir que haya que padecer dolor extremo o abnegación grave, porque eso implicaría la expectativa de que si me sacrifico mucho, obtendré un resultado. Hay que estar presente, en todas las situaciones.

El momento no se define por la expectativa sino por la claridad de la conciencia. Un corazón condicionado por el amor, la compasión, la empatía y la alegría de los demás nos permite acoger la vida tal como es. Esto puede parecer algo imposible, pero es un objetivo, un faro en la niebla. Lo más importante es que nos puede inspirar y orientar en nuestra forma de vivir el momento, simplemente poniendo a un lado las expectativas.

Es posible que poco a poco te sorprendas de cómo has ido abandonando el mecanismo de las expectativas. Hay que ir entrenando la mente en el valor y la disciplina reaesl. Al hacer esto, vas a ir demostrándote a ti mismo qué es lo que valoras en tu vida; entonces todo surgirá con alegría y facilidad independientemente de las condiciones de tu vida.

Si te quedas en el “presente”, el futuro vendrá solo. Si uno se alinea con sus valores, estos son como semillas que maduran en las mejores perspectivas posibles de futuro. Incluso si un resultado no parece deseable, será realmente beneficioso.

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